miércoles. 16.10.2024

Es presidente del clúster de químicos de Balears, gestiona un hotel en el Port de Sóller y es la cuarta generación al frente de Jabones Puig, una empresa familiar que se encamina hacia los cien años de vida. Joan Puig es incansable, metódico y trabajador. Y confiesa que después de su jornada de trabajo se relaja tirando cañas cuando se pone tras la barra del bar del hotel Cítric.

Joan Puig es el administrador y propietario de Jabones Puig, una fabricante de detergente que arrancó en 1926 y que ha sabido reconvertirse en un proveedor de grandes cadenas hoteleras haciendo gala del I+D. Ha capeado las transformaciones de la economía mallorquina y prueba de ello es la vitalidad de esta marca, conocida por todo el sector.

La empresa fue fundada por Miquel Puig, bisabuelo del actual administrador, que empezó en Sóller a fabricar pastillas de jabón para lavar la ropa. Joan Puig cuenta que “Sóller tiene una gran tradición aceitera. Con esas olivas se hacía aceite de gran calidad. De esos restos salía un aceite de menor calidad y una vez más se volvía a prensar y salía orujo. Y se volvía a prensar una vez más y aparecía un aceite de muy mala calidad con el que se hacía el jabón con sosa cáustica o potasa”.

En la década de los años 20 y 30 la empresa familiar vendía en las tiendas de Sóller y también puerta a puerta. En los años 50 la familia Puig fundó una empresa de tejido, que cerró en 1971 por la crisis del algodón. “La Guerra Civil provocó el esplendor de la fabricación del tejido en Sóller, que tomó el relevo a Cataluña. Se contaron hasta 16 fábricas de tejido en la localidad que cerraron entre 1965 y 1975. La última aguantó hasta 1989”, recuerda. Al bisabuelo le tomó el relevo el abuelo Juan Puig junto a sus tres hermanos.

“Eran los años 60 y 70 y mi abuelo era juez del juzgado de Tramuntana”, explica el actual responsable de la empresa. Poco a poco fue adquiriendo la parte de sus hermanos en el negocio y en 1977 entró en la firma Valentí Puig, el padre de Joan, que hizo lo propio en 1993.

“El negocio está muy arraigado en mi familia. Toda mi vida he estado muy ligado a él"

“El negocio está muy arraigado en mi familia. Toda mi vida he estado muy ligado a él. Con dieciséis años me dedicaba todos los veranos a trabajar aquí”, recuerda Joan Puig, que con 23 años se hizo cargo del departamento comercial de la empresa.

En 2003 se puso al frente de la empresa y en 2005 fue nombrado administrador. Estudió Empresariales a distancia y a través del Clúster de la Industria Química IB (CliquiIB) empezó a colaborar con el departamento de química de la UIB. “Junto con la Fundació Universitat-Empresa (Fuieb), estamos muy unidos al departamento de Químicas para orientar a los estudiantes hacia posibles salidas laborales”, cuenta.

El actual responsable de la empresa es la cuarta generación y es capaz de trazar un mapa de la transformación de la isla a través de la trayectoria de Jabones Puig. “Era una empresa local que vendía en Sóller cuando no había túnel. No podíamos suministrar al resto de Mallorca. Pero en los años 70 montamos una pequeña delegación en Palma, cerca de la plaza de los Patines. Un hermano de mi abuelo llevaba esa oficina y empezamos a fabricar lejías y algunos detergentes”, explica.

En aquel momento se dedicaban al mercado doméstico y desde ese pequeño almacén de Palma ampliaron el mercado, centrándose en colmados y tiendas. Llega la década de los 80 y aparecen grandes superficies como Pryca y Continente. Los colmados caen en picado mientras el boom turístico está en pleno apogeo. “Nuestro mercado tradicional muere mientras el turismo demanda productos de limpieza y detergentes”, dice. En ese preciso instante la empresa familiar da un golpe de timón y asegura así su supervivencia.

“El sector hotelero demanda más variedad y productos complementarios. Además de lejía y fregasuelos, piden fregonas, bayetas, papel higiénico... En ese momento asumimos representaciones de limpieza para cerrar el círculo y vender todo tipo de productos”. En los 90 abandonan el mercado tradicional y se enfocan hacia la hostelería. La oficina junto a Plaza Patines se queda pequeña y amplían su mercado al resto de la isla. El túnel de Sóller aún no existe y expandirse por Palma es una prioridad.

En 1978 cierran la fábrica de Sóller y dan el salto al polígono Son Castelló, en su emplazamiento actual. Además de fabricar, distribuyen productos químicos, detergente y productos de limpieza. Los hoteles demandan productos para sus piscinas. Con el tratamiento de agua de piscina “cerramos el círculo de la higiene en la hostelería”.

“La puerta de las oportunidades estaba en Palma”, dice que recuerda que no todas las fábricas de jabón tradicionales supieron adaptarse a los nuevos tiempos. Advierte que “el empresario tiene que tener la habilidad de futurólogo, ser capaz de adivinar hacia dónde va el mercado, qué cambios y transformaciones va a haber. Y lo que tú decidas que va a pasar, que tengas la suerte de que eso pase, de que apuestes hacia un sentido y esto se produzca, es la oportunidad”.

En el caso de esta empresa familiar, fue el abuelo Juan Puig quien en la década de los 50 empezó a vaticinar el éxito del turismo. Su abuelo vio cómo algunos emprendedores adquirían tierras junto al mar, que entonces no tenían valor, y abrían un hotel para recibir a los primeros turistas. “Mi abuelo era muy inteligente y tenía muchas inquietudes empresariales. En 1934 él fundó el hotel Costa d’Or en Llucalcari. Era en ese momento el segundo hotel de Mallorca, porque el primero fue el Gran Hotel de Palma”, recuerda. El hotel cerró tras la II Guerra Mundial, pero en 1965 adquirió un pequeño hotel de Sóller.

“En mi familia no se entendía que el hotelero pagara a crédito. He oído contar que había mucho miedo porque estaban acostumbrados a cobrar con dinero al contado. El hotelero compraba una gran cantidad de producto a crédito, el boom turístico creó nuevas formas de comercialización. En los 50 llegaba alguien que no conocías y te decía: ‘Tengo un hotel, apúntame lo que te debo’”, recuerda el empresario.

Mallorca sobrevivió a la crisis de los años 90 gracias al turismo y empiezan a despegar las grandes cadenas hoteleras. Puig señala que “de tener uno o cuatro hoteles, crecen ahora de forma exponencial y aparecen los Big Four (Meliá, Barceló, Iberostar y Riu). Salen fuera y llevan a cabo una internacionalización brutal. El modelo vuelve a cambiar”. Las multinacionales de la limpieza huelen el negocio y aterrizan en la isla. “La industria local de lejía y detergente nos encontramos con un problema. Ellos tienen una gama más amplia, con un producto con una presentación más moderna y solucionan la higiene de las cadenas hoteleras fácilmente. Si una cadena mallorquina abre en Canarias, le sirven allí. Si se van al Caribe, allá también van estas multinacionales”, explica. Es momento de reinventarse. Una vez más.

"Ya no somos suministradores, sino solucionadores de problemas”

“Al hotelero mallorquín le gusta comprar a gente de confianza. Nos ven con buenos ojos y nos convertimos en su brazo armado en la isla”, dice el responsable de la empresa. Cae la fabricación y crece la comercialización de Camp, que cuenta con marcas tan reconocidas como Colón y Flor. “La entrada de las multinacionales nos hace espabilar comercialmente. Ya no somos suministradores, sino solucionadores de problemas”. Si antes dejaban el pedido en el economato y se iban, el choque con las multinacionales les empuja a evolucionar, suministrar y ofrecer soluciones.

Para conocer a fondo la aplicación del producto, comenta, “formamos parte del I+D y podemos experimentar con nuestros clientes a través del clúster químico. Hemos pasado de ser proveedores a técnicos en aplicación del producto”. El responsable de Jabones Puig dice que: “Somos pymes que luchan contra multinacionales. Somos rápidos, pero ellos gastan millones de euros en innovación. Por eso creamos el clúster”, que reúne a las empresas químicas de las Islas.

“A través de la cooperación de empresas, de la competencia, investigamos juntos. Buscamos la solución en la universidad, el laboratorio y la tecnología. Llevamos a cabo proyectos para el sector hotelero, que nos ayudan a ser más competitivos. Las multinacionales son tan grandes que no pueden dar solución a un problema endémico”, dice.

Y pone como ejemplo las soluciones para las piscinas: “Por el clima frío son muy habituales las piscinas cubiertas. Pero Mallorca, Canarias y Caribe tienen problemas recurrentes, donde el agua es escasa y cara. El hotelero paga dos euros el metro cúbico”, afirma. Desde hace cuatro años Jabones Puig es distribuidor de Proquimia, “una firma catalana con fábricas propias en ocho países y presencia en otros 32. Ellos están entre las tres mejores empresas del sector del mundo y nosotros somos los solucionadores de problemas de la isla. Es una alianza muy buena para ambas partes”.

Jabones Puig se encuentra en un momento crucial. "Sin duda nuestra empresa dedicada a ofrecer soluciones en el ámbito de la higiene va a jugar un papel muy importante de ahora en adelante. La limpieza y la desinfección se han convertido en las armas más efectivas a la hora de combatir la transmisión vírica. Una vez superada esta crisis se nos abrirá un abanico de oportunidades y sectorialmente jugaremos un papel mucho más importante dentro del suministro hotelero. Para ello, sin duda, deberemos prepararnos para estar a la altura de la futura demanda”.

Dada su experiencia, Joan Puig cree que la pyme tiene futuro “formando parte de un grupo internacional. Mallorca es un banco de pruebas de la hostelería”. Esta empresa familiar está cerca de cumplir los cien años de vida y confiesa que no siente el peso de mantener la herencia familiar: “Dicen que la tercera generación se carga las empresas. Como soy la cuarta, hemos pasado la media”.

Esta cuarta generación ha sido responsable de “un crecimiento sostenido espectacular, de mantener una gran presencia en el mercado. En los últimos quince años hemos triplicado cifra de facturación, aunque los gastos también han crecido”.

Puig se muestra orgulloso de su familia y de sus compañeros y confiesa que “en un negocio tienes que trabajar muchas horas y le dedicas una parte muy importante de tu vida”. Tras esa renuncia personal, confiesa que a sus hijos “no les voy a inculcar el negocio familiar. Mi idea es que ellos hagan su vida y que el negocio genere tanto capital para hacer lo que ellos quieren. Tengo una hija de dieciocho “Me gusta el mundo empresarial, crear proyectos y perseguir metas”. Cree que sus hijos elegirán otro camino, aunque “nunca se sabe”. ¿Qué diría el bisabuelo de Sóller al ver en qué se ha convertido su empresa de jabones? “Estaría muy orgulloso. Como empresario echo en falta haber fundado una empresa, pero he continuado el proyecto de mi bisabuelo, que siguió mi abuelo, luego mi padre...”.

Puig se confiesa muy activo, “me gusta el mundo empresarial, crear proyectos y perseguir metas. Dirijo el clúster de química y estamos haciendo un estudio sobre agua. Hay una oportunidad de negocio, pero no tengo tiempo...”. Hiperactivo, trabaja más de diez horas al día, aunque “mi mujer diría que en realidad son catorce”, dice entre risas. Además de Jabones Puig, gestiona el hotel Cítric del Port de Sóller. “Hay empresarios estresados que cavan un huerto. Yo me voy al hotel y empiezo a tirar cañas para desestresar”, dice Puig, que añade con sorna que “no tengo vocación de hotelero, pero sí de tirador de cañas y relaciones públicas”.

Joan Puig: “El empresario tiene que tener la habilidad de futurólogo"