martes. 30.04.2024

Neuroarquitectura: Cómo percibimos el espacio que habitamos

En los últimos años, y sobre todo después del latigazo psicológico que nos dejó la Covid-19 y el confinamiento, hemos empezado a ser más conscientes (si antes ya lo éramos un poco), de los espacios que habitamos, cómo los usamos, cómo los vivimos y posiblemente cómo nos gustaría mejorarlos.

Después de este episodio, no es de extrañar que, como individuos y sociedad nos empecemos a plantear una serie de preguntas respecto a cómo percibimos el espacio que habitamos, cómo es esa relación que tenemos con los espacios que ocupamos y cómo nos sentimos al habitarlos.

¿Por qué hay lugares que nos invitan a la calma? ¿O algunos que nos provocan angustia? ¿Por qué generalmente las personas quieren vivir cerca del mar? ¿Por qué estar en contacto con la naturaleza nos hace sentir mejor? 

“La neuroarquitectura es una disciplina que estudia a las personas y su relación con el entorno.” Ana Mombiedro, arquitecta y docente especializada en Neurociencia y Percepción. 

Tenemos la neuroarquitectura que se trabaja en el laboratorio, que es la que utiliza maquinaria y dispositivos que normalmente se emplean en investigaciones neurocientíficas (electrocardiogramas, electroencefalogramas… etc.) y mediante diferentes métodos de aplicación, miden y cuantifican las respuestas/reacciones en los cuerpos físicos de las personas ante ciertos estímulos. 

Esto, extrapolado a lo que realizamos en los estudios de arquitectura, es buscar investigaciones científicas basadas en estos estudios, que arrojen luz sobre estas relaciones espacio-neuronales para que nos ayuden a tomar decisiones a la hora de diseñar los espacios.

Es decir, tomamos la neuroarquitectura como una herramienta de trabajo que nos ayuda como diseñadores a entender a los futuros usuarios de un espacio y su relación con éste. Porque lo que nos interesa es situar al usuario en el centro del diseño arquitectónico.

¿Cómo aplicamos la neuroarquitectura al diseño?

En base a analizar diferentes investigaciones científicas, se deducen una serie de estrategias de diseño que comúnmente ofrecen una respuesta neurológica positiva de las personas cuando se aplican a los espacios en los que habitan.

Algunas de ellas, nos pueden parecer muy lógicas y seguramente las habremos escuchado, pero muchas veces no somos conscientes de nuestra respuesta fisiológica en los espacios que hayan sido aplicadas. Algunas de ellas son las siguientes:

-          La integración de la naturaleza en el interior de los espacios y el cuidado de los espacios exteriores, está demostrado que reduce los niveles de estrés y ansiedad.

-          Cuidar el sonido que nos envuelve. En presencia de la vegetación o del elemento agua, las ondas Alpha de nuestro cerebro poseen una mayor amplitud, con lo que el usuario se siente más relajado y en calma.

-          El uso de materiales y texturas naturales. El uso de este tipo de materiales, menos nocivos a nivel saludable, también nos ayuda a conectar con la historia, tradición, artesanía del lugar en el que se habita.

-          Poner consciencia en los recorridos y las prácticas que realizamos en cada uno de los espacios. Vincular los efectos fenomenológicos y efímeros que nos rodean al recorrido.

Aun así, debemos aclarar que la neuroarquitectura no es un estilo de arquitectura, ni tiene que ver con ningún formalismo arquitectónico. También es necesario puntualizar, que, si el diseño no está basado en unas investigaciones científicas, no significa que el diseño en concreto esté mal o sea peor.

Futuro y calidad espacial

Recientemente en la isla, cada vez son más las inversiones particulares que se realizan para poder mudarse a zonas más tranquilas alejadas de la urbe. Algunos clientes me comentan: “Quiero vivir en el campo, alejarme ya de la ciudad… del ruido, me satura.” No, no están a punto de jubilarse. Son personas jóvenes, en edad activa, primer hijo en camino, teletrabajando… ¿Pensáis que es algo casual? Tampoco. Después del confinamiento que comentábamos, muchas personas se han dado cuenta que necesitan mejorar su relación con el espacio que habitan o con el espacio en el que trabajan. Necesitan mejorar la calidad espacial de su entorno. O cambiarla por completo.

Este hecho histórico es uno entre varios, y no significa que en el futuro pensemos igual que ahora. Los espacios y la manera de vivirlos seguramente también cambien, de igual modo las sensaciones del usuario hacia diferentes estímulos. 

Por esta razón, creo que es importante invertir en entender cómo reaccionamos a los estímulos del entorno que habitamos y de los edificios que usamos, para poder diseñarlos o transformarlos en base a las necesidades temporales de los usuarios. 

Por último, quisiera compartir el informe sobre la Belleza y la Calma, que realizamos unas cuantas compañeras (todas ellas nombradas en el mismo informe) del mundo del diseño en una de las recientes Comunidades de Aprendizaje que ha creado Ana Mombiedro: Informe Neuroarquitectura de la Calma y la Belleza.

Neuroarquitectura: Cómo percibimos el espacio que habitamos