domingo. 05.05.2024

Venceréis pero no convenceréis

Repasando la historia de la segunda república y como acabó en las mazmorras del franquismo, veo un símil con los tiempos actuales, un símil que me hace titular la columna de hoy una frase memorable de Unamuno.  

 

En aquella época negra de España se violaron prácticamente todos los principios básicos del derecho, buscando toda clase de pretextos, con apariencias de legales, sin preocuparles a los líderes de aquel entonces para nada el bien del país, solo la toma y el mantenimiento del poder.

 

 Hoy día ocurre algo semejante. Muchos sectores se siguen sacrificando alegremente para un supuesto bien común, supuestamente para salvar una temporada turística que difícilmente llegará a satisfacer las esperanzas y necesidades de cualquiera que depende de ella.

 

Se están violando muchos de los principios básicos del derecho para cuyo alcance muchos de nuestros ancestros han tenido que dejar su vida. Nuestras libertades más básicas se han visto nuevamente recortadas, nuestros negocios se han visto perjudicados, cuestionar o discrepar está prohibido. El estilo autoritario, totalitario se ha reinstaurado.

 

Mientras que nuestros líderes políticos se jactan de los resultados pandémicos, muy cortoplacistas, obvian las consecuencias de sus actos, el precio que pagamos como sociedad por sus continuas difamaciones, descalificaciones y tergiversaciones que tienen como único fin el poder mantenerse en el poder.

 

Estamos alimentando nuevamente una generación de analfabetos con decenas de miles de niños que pronto ya llevarán dos años escolares sin apenas pisar los colegios públicos y concertados por imposiciones sanitarias cuya necesidad y proporcionalidad ha de ser seriamente cuestionada.

 

Estamos arruinando miles de empresarios que apostaron con sus ilusiones e ideas, con sus medios y sus equipos por proyectos por el bien de una sociedad, por el avance conjunto, por el valor añadido en el más amplio de los sentidos.

 

Estamos viendo como las instituciones exigen a los demás sin auto-exigirse, permitiendo botellones multitudinarios por doquier sin control alguno mientras que los que pagamos impuestos y creamos empleo estamos obligados a mantener nuestras persianas bajadas.

 

Las demostraciones últimas de los equipos de IB3 Noticias son otro fiel ejemplo de esta falta de auto-exigencia del Govern.  

 

Uno más, el apoyo incondicional de los sindicatos a políticas nefastas para sus afiliados, donde una mano lava la otra para mantenerse mutuamente en la zona de confort, de las subvenciones, sin exigirse responsabilidades o esa tan necesaria auto-crítica.

 

El resultado a medio plazo para los que no formamos parte de este sistema será un nivel de vida paupérrimo. Un agujero negro del cual solo se podrá salir con un cambio radical, con gente formada, capaz y éticamente intachable.

 

En este país se encarcela el que roba un pan, pero el que roba ilusiones, el que tergiversa la ley hasta conseguir quebrantar todo un sector sale indemne por la posición que ostenta. Estamos siendo testigo de la perversión del sistema democrático.

 

En mi columna anterior hacía referencia a la definición de las masas según Ortega y Gasset. Si combinamos esta definición con la que expone Gustave de Bon en su gran relato sobre la psicología de las masas, según la cual las personas desarrollan en colectivo comportamientos que jamás desarrollarían individualmente, podemos llegar a entender hasta que punto la política se aprovecha de su situación privilegiada para manipular la opinión pública, inoculando las masas contra cualquier pensamiento divergente.

 

Esa manera perifrástica de denostar a todo aquel que tiene una opinión distinta al “mainstream” da miedo y genera odio. Y nos traslada nuevamente a esta época del final de la segunda república donde estos dos sentimientos fueron gran parte del problema.

 

Hoy día no tenemos contenido político, falla la forma, falla la ética. Hemos llegado nuevamente a una situación en la cual la política, como en aquellos nefastos años 30 del siglo pasado, aparenta ofrecer soluciones cuando en realidad está más lejos que nunca de la realidad de su pueblo, polarizándonos, violando leyes y desobedeciendo la constitución la cual supuestamente debe defender.

 

Para concluir vuelvo a la guerra civil y al grito acuñado por Dolores Ibárruri durante la resistencia madrileña, elevando la moral de las fuerzas republicanas: ¡No pasarán!

 

Venceréis pero no convenceréis