lunes. 06.05.2024

No está la cosa para aplausos

Supongo que han visto en algún telediario el entusiasta aplauso con el que fue recibido este lunes el presidente Pedro Sánchez a su llegada a La Moncloa tras el “gran acuerdo” al que llegó junto con el resto de los jefes de gobierno europeos y que supone la inyección de 750.000 M€ a las economías comunitarias, de los que España se lleva 140.000.

 

Ahí estaba, el primero, rompiéndose las manos, su socio Pablo Iglesias, en una imagen que, yo no sé, pero dudo mucho que a sus votantes les haga demasiada gracia, pues el “gran acuerdo” supone, dejando la propaganda aparte, una bofetada a buena parte de las cosas que el ahora vicepresidente ha defendido durante años.

 

 

El aplauso se ha repetido este martes, a la llegada del amado líder al Congreso de los Diputados. Todos los diputados en pie, con el presidente pidiéndoles calma, mientras los elegidos por el pueblo le aclamaban. Al rato, los del PP, pelusones ellos, hacían lo mismo con Pablo Casado. Total, aplauso va, aplauso viene, antes de volver a la normalidad parlamentaria: que si usted es un tal, que si usted es un cual, que si usted no aporta, que si usted no me llama.

 

 

Esos aplausos, obviamente, son un gesto propagandístico, unos efectos pirotécnicos, una acción de marketing. Y son a la vez una nueva demostración que toda esta gente vive ajena a la realidad de los que los han elegido y les pagan el sueldo.

 

Y es que uno no puede más que preguntarse qué es lo que hay que aplaudir. Se lo preguntaría a unos y a otros, a los que se sientan a la derecha y a los de la izquierda, a los azules, a los rojos, a los morados y a los naranjas.

 

Qué hay de bueno (que no de necesario) en el acuerdo alcanzado, que no deja de ser un rescate para España (y para el resto de los países). Recordemos que, de los 140.000 millones, 72.700 son en ayudas directas no reembolsables, cierto, pero los otros 67.300 son en forma de préstamos condicionados a que España haga reformas y cumpla condiciones. Por poner en contexto, en el año 2012 el rescate fue de 40.000 millones a la banca. Rajoy, por cierto, negó hasta la existencia de dicho rescate, y la Prensa internacional se lo tomó a broma. En aquellos días la revista Time publicó un maravilloso artículo: You say tomato, I say bailout: how Spain agreed to be rescued (En inglés: Tú dices tomate, yo digo rescate: cómo España aceptó ser rescatada)’.

 

Independientemente de ruidos, aplausos, interpretaciones y críticas, no es un buen acuerdo, pero es un acuerdo bueno. Es bueno que haya acuerdo y es bueno que Europa por fin dé un paso al frente. Pero no son buenas las circunstancias, no son buenos los condicionantes, no es un buen momento en absoluto y el dinero habrá que devolverlo. Nunca es bueno que te corten una mano, aunque, si es para salvarte de un cáncer, es un mal necesario. Esto es lo mismo.

 

Por eso, y por respeto a los comerciantes y hosteleros al borde de la ruina, de los trabajadores todavía metidos en un ERTE, los que han sido despedidos, los sanitarios, los muertos, y, sobre todo, por respeto a la inteligencia de sus votantes los políticos deberían dejar de aplaudirse entre ellos y, de una vez, ponerse a trabajar.

 

 

No está la cosa para aplausos