domingo. 05.05.2024

Fobias

La rapidez con la cual se están cargando nuestras instituciones básicas está siendo espeluznante. La esencia misma de nuestra democracia se ha ido al garrete. Gobernar a golpe de decretazo quincenal, a costa de unos, en beneficio de otros es una aberración que debe de tener sus consecuencias para los que lo imponen, no solo en las urnas sino también a nivel legal.

 

El desprecio hacía todos aquellos sectores que se han visto afectados por el Covid y mucho más por esta forma de gobernar, es muestra de la falta de comprensión y respeto por parte del Govern hacía el tejido empresarial el cual, muy a su pesar, es uno de los pilares más fundamentales de cualquier sociedad.

 

Las medidas impuestas han sido y siguen siendo brutalmente indiferenciadas. Son como una bofetada en plena cara. Una bofetada en plena cara de todos aquellos que se han esforzado durante meses, proponiendo y cumpliendo conceptos sanitarios, de aquellos que han hecho todo lo posible para sobrevivir, empresarialmente, socialmente, humanamente.  

 

Las medidas impuestas han sido y siguen siendo desproporcionadas, aleatorias, indecisas en sus detalles e incalculables en su impacto social y económico a medio y largo plazo. Es brutal tener que ver como una parte de la sociedad ha tenido que aportar sacrificios especiales: la restauración, gran parte de los sectores relacionados al turismo, los artistas, la cultura en general, etc. Sacrificios que han puesto y que seguirán poniendo en peligro la existencia de muchos.

 

Estamos siendo testigos de un abuso político, administrativo y sanitario, el cual es más propio de un sistema dictatorial que de un sistema democrático. Un sistema dictatorial con su oscurantismo y con su difamación de todo aquel que se atreve a discrepar.

 

Dinamitar la base de sustento de toda una comunidad autónoma, la cual en un 80% depende del turismo, es pasarse dicha base de sustento de gran parte de la población por el forro.

 

La frenofobia, la aversión a pensar de nuestros gobernantes, el borreguismo que parece perseverar en nuestras instituciones a pesar de los múltiple avisos, de las múltiples propuestas de colaboración, de los múltiples informes científicos y económicos que avalan una manera de actuar totalmente distinta a la impuesta, demuestra un comportamiento que roza la ignorancia y el fraude de ley.

 

Nos han inculcado la deipnofobia, el miedo a cenar con amigos o a la sobremesa. Nos han inculcado la antropofobia, el miedo a las personas.

 

Nos han impuesto la frenofobia que ellos practican, el miedo a pensar, la filematofobia, el miedo a besar, a dar abrazos a nuestros queridos, a nuestros mayores, a los que más los necesitan; la gnosiofobia, el miedo al conocimiento y un sinfín de otras aversiones, cada una con un coste social impredecible en su dimensión.

 

Devolvamos lo con algo de agatorafobia, el miedo a ser rechazado e abandonado, por lo menos políticamente.

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