Imagínense un mundo ideal en el que nuestros políticos fueran cuerdos y responsables. Imagínese un país en el que los intereses de las personas prevaleciesen sobre las estrategias de marketing electoral de los partidos políticos. Imagínese un país que se sintiera orgulloso de los hombres y mujeres que les representan en las instituciones. Imagínese que tuviéramos visión de futuro y que estos mismos políticos fueran capaces de hablar cara a cara en lugar de ir echándose reproches cada día a través de los medios o usando tuits.
Tendríamos que utilizar demasiada imaginación. ¿A que si? Yo lo veo como una utopía. ¡Qué lástima!
Y a pesar de ello el mundo avanza. Vienen turistas, se crea empleo, hay inversión empresarial, el sector inmobiliario sigue funcionando y se abren vías de exportación de productos....Hasta ahora nuestra realidad ha aguantado la inactividad, las ocurrencias y los debates políticos estériles pero esto tiene fecha de caducidad. No lo digo yo sino los expertos en la materia.
Y es que la inversión empieza a retraerse, el sector inmobiliario no funciona al mismo ritmo que en los últimos años, los empresarios ya no crean tanto empleo, las cuentas de resultados de las empresas retroceden y las ventas del comercio también. Incluso algunos ya vaticinan en el horizonte una nueva crisis económica.
Sin Gobierno no hay estabilidad y sin ella los famosos mercados se ponen nerviosos y si esto sucede cualquier cosa puede pasar. El dinero que hoy está aquí se puede ir a otro sitio donde tenga más tranquilidad para ser rentable y multiplicarse.
Sin Gobierno no hay presupuestos y sin presupuestos no hay reformas laborales, ni posibles políticas de apoyos a los emprendedores, ni cambios fiscales. Y los que vivimos en Baleares lo padeceremos por que no habrá más dinero para infraestructuras, sanidad, educación o políticas sociales. Y lo mismo para los ayuntamientos.
En fin, que tenemos un panorama complicado lo miren por donde lo miren. Y no me vale que todos los partidos se quiten la culpa de encima. Todos, absolutamente todos, tienen parte de esta responsabilidad y tienen que afrontarla. Los ciudadanos lo necesitamos.
Si llegamos a unas nuevas elecciones será un estrepitoso fracaso; uno más, que se acumula en la mente de una ciudadanía que cree cada día menos en la capacidad de la clase política (la vieja y la nueva) para solucionar sus problemas cotidianos. Este es un lujo que en un estado democrático no nos podemos permitir.
