jueves. 25.04.2024

Papá, ¿qué pasa en Ucrania?

Los que tenemos hijos pequeños hemos recibido esta pregunta en más de una ocasión en los últimos días, es inevitable. En mi caso, mis hijos me lo han cuestionado en diferentes momentos, cada uno con su grado de preocupación e intriga acordes a sus diferentes edades. Pero todos con el mismo denominador común, ¿qué está pasando?

 

La respuesta podría ser sencilla: un país está invadiendo al otro. Pero, la siguiente no es tan fácil: ¿por qué? Y ahí vienen las complicaciones. Los niños son transparentes, maravillosa ingenuidad, y no acaban de entender cómo en pleno 2022, cuando tanto les insistimos sobre el respeto y la necesidad de entender sobre todo a los que son diferentes o no piensan como nosotros, haya un país que intente doblegar por la fuerza a su vecino, robándoles su libertad a base de bombas, muerte y destrucción.

 

Ni siquiera nosotros, sus padres, podemos dar una respuesta certera porque, por suerte, quienes hemos nacido ya en democracia sólo conocemos las grandes guerras mundiales vividas en Europa o la posterior Guerra Fría a través de los libros, el cine o las hemerotecas.

 

Lo más cercano que uno recuerda a lo que ahora está pasando fueron la barbarie de los atentados de la banda terrorista ETA o la cruenta guerra de los Balcanes, donde hermanos y vecinos de la antigua Yugoslavia se mataron unos a otros durante la década de los 90. Las posteriores guerras de Irak, Siria, Afganistán o las sucesivas en África, con tiranos y dictadores muy del estilo Putin, siempre me han parecido muy lejanas, como si de otro planeta se tratara.

 

Curiosamente, el pasado mes de noviembre disfruté de un fin de semana largo en Berlín. Recorriendo la Historia a través de los incontables recuerdos sobre el nazismo y el posterior muro que dividió la capital alemana durante casi 30 años, siempre me venía a la cabeza la misma pregunta: ¿cómo fue posible que el HOMBRE hubiera sido capaz de generar tanta atrocidad y que posteriormente no encontrara más solución que separar a familias y amigos?

 

Por desgracia, décadas después volvemos a encontrarnos con personajes lunáticos que son capaces de causar dolor y desolación a millones de seres humanos en nombre de no se sabe bien qué.

 

Egoístamente, siempre pensamos que estos conflictos nos pillan lejos de nuestro territorio, que no afectan a nuestro bienestar, pero la pandemia que empezamos a dejar atrás nos ha enseñado que la globalización nos ha hecho vulnerables en cualquier rincón del planeta que estemos. Por eso, todo lo que suceda en este extenso país del Este de Europa acabará llegándonos... o ya lo está haciendo.

 

Tras dos años de crisis económica, que ha afectado especialmente a nuestro principal motor económico, el turismo, las grandes cadenas y asociaciones hoteleras ya advierten de la negativa influencia que un conflicto bélico puede causar en la próxima temporada, cuyas previsiones eran magníficas hasta hace unos días. Desde Hosteltur ya señalan caídas en las reservas, o una ralentización de las mismas, porque a nadie se le escapa que el miedo a viajar en mitad de una guerra que nos toca tan de cerca no hay kilómetros suficientes de distancia que lo evite.

 

Es un mal menor, casi insignificante, si lo comparamos con el que están sufriendo cientos de miles, millones de familias ucranianas.

 

Lo que no podemos olvidar es que el deseo de este país por entrar en Europa o en la OTAN lo convierte en nuestro aliado. Hablamos de una Unión Europea firme, solidaria, abierta al progreso y al bienestar general. Occidente no puede, no podemos mirar para otro lado. Si lo hacemos, tampoco podremos explicárselo a nuestros hijos.

 

Papá, ¿qué pasa en Ucrania?
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