viernes. 29.03.2024

El deporte como motor de vida

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Ahora que el Mundial de Qatar ha llegado a su fin y los amantes del fútbol recuperamos cierta normalidad, me gustaría detenerme en el DEPORTE en todo su significado, más allá del profesional. El deporte como motor de vida, un modo de entender la trayectoria vital de uno mismo siempre ligada a la competición y el ejercicio físico.

No concibo la vida sin deporte, desde bien pequeñito. Practiqué el fútbol y el rugby en modo competición, el primero en mi etapa de formación infantil-juvenil y, el segundo, ya en época senior y en categorías nacionales. Antes, durante y posteriormente también he disfrutado y/o disfruto del ciclismo, el tenis, el pádel o el ahora denominado ‘crossfit’, aceptando cada etapa de la vida y escuchando a los consejos que me ha ido dando el cuerpo. Siempre el deporte apegado a mí, acompañándome tanto a nivel personal, con sus satisfacciones y beneficios físicos, como siguiéndolo en directo y a través de la televisión en las competiciones profesionales.

No logré cumplir el sueño de dedicarme profesionalmente a alguno de los deportes que practiqué, pero sí que me imbuí de sus valores, de todo aquello que rodea el deporte: sacrificio, espíritu de superación, educación, compañerismo, respeto, la dureza de las lesiones, las alegrías de los éxitos o las tristezas de las derrotas.

Esos valores me han servido para crecer como persona, para formarme, para no bajar los brazos ante las adversidades y para ir paso a paso consiguiendo mis metas dentro de mi profesión. Y esos valores son los que he intentado (y, creo, conseguido) transmitir a mis hijos. Estoy seguro de que les ayudarán en su futuro.

El deporte, además, es un verdadero motor económico, de eso no hay duda. Vivimos en unas Islas maravillosas, volcadas con el turismo, pero que además son cuna de grandes campeones: los Nadal (futbolista y tenista); Joan Llaneras, Enric Mas o Marga Fullana sobre la bicicleta; Alba Torrens, Rudy Fernández o Sergi Llull bajo canasta; Sete Benavides o Marcus Cooper en la piragua; los inagotables talentos del motor como Jorge Lorenzo y ahora Izan Guevara o Augusto Fernández… y un larguísimo etcétera, convierten un territorio pequeño, de poca población, en una inagotable fuente de talento.

Sus triunfos nos sitúan en el mapa y convierten el deporte en uno de los grandes elementos desestacionalizadores de Baleares. Nuestras carreteras, pabellones o instalaciones son escogidos por numerosos equipos y deportistas en los meses de invierno para iniciar sus pretemporadas o realizar eventos de todo tipo o especialidad. Lo volveremos a comprobar en las próximas semanas y meses hasta la llegada de la temporada alta. El deporte, una vez más, como sinónimo de éxito, salud y riqueza.

Por último, el deporte es ilusión. Practicarlo es saludable y emocionante, así lo vivo en primera persona. Igual de emocionante que es compartir los triunfos de los nuestros desde la grada o a través de la pequeña pantalla. Siguiendo a tu equipo o tus ídolos, por supuesto, pero especialmente cuando el deportista y/o equipo se enfunda la camiseta de tu país. Ahí los nervios se viven de forma más especial si cabe porque son compartidos por millones de personas, desde cualquier rincón de España, sin importar sus creencias religiosas, políticas o sociales.

Buen ejemplo de esto lo ponen de manifiesto países como Argentina, cuyo fervor cuando juegan sus equipos nacionales envidio de forma sana porque traspasa cualquier particularidad individual en beneficio del bien colectivo.

Esa ilusión por el deporte, por mi equipo y por nuestro país y sus selecciones siempre formarán parte de mi ADN. Con orgullo y (eso espero) sin necesidad de ocultarlo. Lo demás, cualquier otra interpretación que se haga, especialmente de forma maliciosa o con ganas de utilizarlo para insultar o menospreciar al prójimo, es mezclar churros con merinas. Feliz Navidad.

El deporte como motor de vida