sábado. 20.04.2024

De la curva de Son Sant Joan… a FITUR

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De regreso a la feria FITUR 2023 tras varios años de ausencia, tuve tiempo para reflexionar sobre varios aspectos que versan sobre la educación del ser humano. No descubro nada si afirmo que, una y otra vez, tropezamos con la misma piedra. Aprendemos de los éxitos, sí, y también de los errores, aunque nos cuesta más asimilar éstos últimos y, de tanto en cuando, reaparecen.

De un tiempo a esta parte asistimos como espectadores (y en alguna ocasión como ‘pecadores’, hay que reconocerlo) a un problema de difícil comprensión que sucede en la curva de entrada a la zona de Llegadas del Aeropuerto de Son Sant Joan, en Palma. En esos escasos 100 metros que separan la entrada al Parking general de AENA y al acceso delimitado al Parking Exprés destinado a la recogida rápida de viajeros, gratis durante 15 minutos, se forman continuas y peligrosas colas de coches cuyos usuarios se niegan a gastarse un euro a la hora de recoger a sus familiares, amigos, etc.

Los mallorquines, acostumbrados a usar el coche para todo, también tenemos cierta alergia a utilizar el aparcamiento, por mucho que si calculamos bien apenas nos cueste 1 o 2 euros en el aeropuerto, tanto el general como el exprés, pasados los 15 minutos de gracia en el último. La alternativa es planificar bien la llegada del amigo o familiar, aunque éste deba esperar unos minutos si se adelanta.

Con la tecnología actual, es sencillo saber si el avión aterriza o va a llegar en hora a Palma. Parece fácil, pero, por desgracia, ya nos hemos acostumbrado a las colas, los cambios bruscos de dirección, el tapón que generan y, sobre todo, al peligro que provocan los coches acumulados en una zona de llegada continúa de vehículos.

Pero no se trata de un problema nuevo. Antes de la gran reforma de Son Sant Joan, este caos en la recogida de viajeros en la antigua área de Llegadas ya era habitual: coches y coches que esquivaban el aparcamiento de pago, abusando entonces de la doble fila.

Aquella complicada situación se resolvió de una forma rápida y sencilla: a base de multas. ¿Por qué no se toma ahora la misma solución? Al parecer por un tema de competencias y/o efectivos policiales, locales y nacionales. Estaría bien que el Ayuntamiento o AENA tomaran cartas en el asunto en beneficio de todos los usuarios, del suyo propio (cuestión de imagen) y, especialmente, para evitar que ocurra una desgracia y tengamos que lamentarnos entonces.

El otro motivo de desazón que me deja cada vez que tengo que coger un avión, y que no ha sido ésta última una excepción, es la manía de la mayoría de viajeros de levantarse de inmediato de sus asientos en cuanto la aeronave se detiene, ya sea con permiso o no de la tripulación. Y, ya de paso, intentar avanzar por el estrecho pasillo para ‘adelantar’ todo lo que se pueda en la salida del avión. Absurdo, desesperante y de una pésima educación.

Una de las cosas que aprendimos durante la pandemia fue a esperar nuestro turno y salir de forma ordenada de los aviones en riguroso orden de filas. Con calma y educación, sin prisas. Parecía que habíamos encontrado el antídoto contra los impacientes. Pero no, ahí siguen. Hay compañías que, como si niños de Parvulario (ahora Educación Infantil) se tratara, utilizan a uno/a de los auxiliares de vuelo como barrera entre filas, de forma que va retrocediendo por el pasillo facilitando así que ningún listo/a se ‘cuele’ por la ansiedad de abandonar cuanto antes el avión. Ver para creer.

Estos dos ejemplos de mala praxis ciudadana, comunes en otros ámbitos y rincones de España y también fuera de nuestras fronteras, no han conseguido empañar el buen sabor de boca que me ha dejado esta edición de FITUR. No sólo las buenas previsiones turísticas para este 2023, que por fin ha arrancado normalizado tras 3 años condicionados por la pandemia, sino la necesidad, las ganas y el entusiasmo generalizado por mostrar, compartir y disfrutar todo lo bueno que ofrece nuestro país. Esta positiva resaca post feria mantiene mi fe en el progreso ciudadano y el avance de nuestra sociedad.

De la curva de Son Sant Joan… a FITUR
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