Buenos días.
Llevo dos semanas dándole vueltas a las remontadas del Madrid, ya saben, contra Chelsea, PSG y Manchester City para acabar ganando la final contra el Liverpool (ahí es nada, ocho finales ganadas de las últimas ocho a las que se ha presentado).
Y llevo años pensando en el libro de Noah Harari, sobre todo en el primero, “Sapiens”. Me llamó la atención especialmente aquello de que los Sapiens nos impusimos a los Neandertales porque somos capaces de creer en ideas y organizarnos en torno a ellas.
Noah Harari ejemplifica lo anterior usando nuestra creencia en la empresa Peugeot y la garantía que nos da cuando compramos sus coches, pese a que Peugeot -a día de hoy- ya no es algo físico, palpable, pues “no tiene una existencia visible”.
Y vuelvo al Madrid y la famosa frase de Juanito -creo recordar que en una eliminatoria de los años ochenta contra el Inter de Milán- tan macarrónica, vintage y mal expresada: “noventa minuti en el Bernabeu son molto longo” [sic].
Esa frase y otras muchas anécdotas y circunstancias se usaron para dar pie a una campaña de marketing/leyenda sobre el supuesto efecto mágico que ejercería un montón de cemento usado para que noventa mil personas vean a veintidós millonarios en ropa interior intentando colocar una pelota dentro de dos porterías situadas a ambos extremos de un campo delimitado por líneas de cal sobre hierba.
Y le doy vueltas al tema. Y pienso en cómo algo que es evidentemente una mera creencia se puede llegar a convertir en realidad.
Y vuelvo otra vez al marketing, que es precisamente eso: el lanzamiento de ideas que nos convencen de que una determinada creencia (al fin y al cabo, Nike, Coca-cola, Banco Santander, Adidas o una consultora financiera no son más que eso) es real y -claro está- esa realidad aporta algún beneficio a nuestra vida a cambio de una módica suma de dinero.
Pues bien, eso es lo que creo que ocurrió en estas eliminatorias del Madrid: ¿puede alguien fríamente creer que ese cemento es mágico? ¿o que la camiseta del Madrid da superpoderes a los jugadores que la portan?
Pues no, pero sirve para vender entradas, viajes de avión, habitaciones de hotel, oferta complementaria y, sobre todo, muchas camisetas hechas en algún país del sudeste asiático (acaso con explotación laboral según nuestro entender occidental) vendidas a precios que multiplican “n” veces su coste inicial.
Pero (y aquí viene el punto central de mis siempre desordenados pensamientos), por arte de la sugestión (esa capacidad de creer del Homo Sapiens) el producto objeto del marketing deviene real: Llega un estado en el que, a falta de dos minutos para empatar una eliminatoria según unas reglas inventadas por alguien que no existe, pero todos aceptamos (¿UEFA? ¿noventa minutos? ¿doble partido?), la gente se convence de que aún se va a introducir por dos veces una bola en una de esas porterías.
Y eso pese a la muy férrea oposición de los once millonarios en calzoncillos del otro bando. Y en ese mismo punto de la catarsis, también los futbolistas del Madrid (que también están en ropa interior) creen que por llevar un pedazo de tela sintética de origen lejano con publicidad de una aerolínea de unos emiratos tienen los superpoderes necesarios para tal empresa.
Dicho de otro modo, hoy día la capacidad del marketing, de la publicidad, unida a nuestra capacidad para creer en entes abstractos es lo que construye nuestra sociedad y la vertebra, dotándole de unos valores artificiales (en el sentido de que son inexistentes) que todos tenemos por ciertos e inmutables. Evidentemente, no lo son ...
Esta misma lectura puede ser aplicada a cualquier aspecto de nuestra vida. Ahí van unos ejemplos (uno de cada sector) para terminar inquietando a los pocos lectores que me han soportado hasta aquí:
Aquarius, Adidas, La Caixa, Ferrari, Rolex, Axa seguros, la Administración de Justicia, la Fiscalía, cualquier derecho, cualquier obligación, un gobierno, una oposición, el totalitarismo, la democracia, Renfe, Apple, un correo electrónico, la UEFA, Thermomix ... ¿alguien ha podido ver alguna de estas personas por la calle? Yo no, pero creo que no tengo fuerzas para negar su existencia.
Que tengan un buen día.