jueves. 28.03.2024

Noblesse oblige

José Ortega y Gasset en su obra La Rebelión de las Masas lo refleja a la perfección: “a las masas no les preocupa más que su bienestar mientras que son insolidarias de las causas de ese bienestar. El hombre de masa se encuentra con un mundo técnica y socialmente perfecto, creyendo que lo ha producido la naturaleza, y no piensa en los grandes esfuerzos de individuos que supone su creación. Existe una ingratitud radical hacía cuanto ha hecho posible esa facilidad de su existencia. Las masas creen que su papel se reduce a exigir sus derechos.

 

Y aquí nos encontramos con gente de masas en el poder, con una oclocracia que intenta gobernar con sus exigencias, con sus derechos en mente, sin realmente parecer conocer la base de sus derechos, sin apreciar el gran esfuerzo, la auto-exigencia y el sacrificio que algunos han tenido que hacer para llegar a este nivel de bienestar que ahora esta nuevamente en juego. Desde el inicio de la pandemia ha quedado en evidencia más que nunca, que aquel que solo exige a los demás no se exige nada a si mismo, se contenta con lo que es y no se cuestiona.

 

Sigue Ortega y Gasset que contra lo que suele creerse, es el noble el que vive en esencial servidumbre. No le sabe su vida si no la hace consistir en servicio a algo trascendente. Por eso estima la necesidad de servir como una opresión. Cuando ésta, por azar, le falta, siente desasosiego e inventa nuevas normas más difíciles, más exigentes, que le opriman. Esto es la vida como disciplina, la vida noble.

 

La nobleza se define por la exigencia, por las obligaciones, no por los derechos. De ahí la expresión “noblesse oblige”. Los privilegios de la nobleza no son originariamente concesiones o favores, sino, por el contrario, conquistas. Concluye Ortega y Gasset, que los derechos privados o privilegios no son pasiva posesión sino que representan el perfil adonde llega el esfuerzo de la persona. En cambio, los derechos comunes, como son los del que solo exige, son propiedad pasiva, puro usufructo y beneficio, don generoso del destino con que todo hombre se encuentra y que no responde a esfuerzo ninguno, como no sea el respirar y evitar la demencia. De ahí el nombre de la masa, por su inercia innata, su inmanencia.

 

Los que hoy día nos gobiernan, independientemente de su color político, muestran sin escrúpulos y diría con petulancia, su falta de requisitos elementales para gobernar, para acertar en sus decisiones. Obvian que todo el mundo tiene derecho a tener su propia opinión, pero no sus propios hechos. Nadie se cuestiona, nadie asume responsabilidad, nadie busca esa trascendencia de la que habla Ortega y Gasset. Son los inmanentes los que toman decisiones trascendentes para todo un pueblo. En los escasos momentos de acierto asumen el crédito ajeno y siguen en su marcha forzada hacía el ocaso.

 

Oswald Spengler en su obra maestra Decadencia de Occidente vaticinó que la civilización occidental entraría en un estado de pre-extinción en torno al año 2000, siguiendo su teorema de que toda cultura es un super-organismo con una esperanza de vida limitada y un ciclo predecible.

 

¿Hemos llegado a este punto? ¿Estamos ante ese ocaso?

 

No hay libertad sin responsabilidad. Hagamos que los nobles, no de cuna sino de espíritu sean los que nos lideren.

Noblesse oblige