miércoles. 08.05.2024

La tecnología se usa, se sufre o se desarrolla

/img/periodico/img_9778.png

Decía el Vicepresidente de Innovación de Turistec en una reciente mesa redonda que la actitud ante la tecnología varía entre quienes la usan, la sufren o la desarrollan.

 

No necesariamente de forma aislada, ya que muchos de los primeros y los terceros son a veces víctimas también de sus eventuales fallos. Yo suelo encontrarme más en ese grupo: un servidor que se cae, un sistema que se interrumpe, problemas de cobertura, un apagón sin haber guardado el documento en el que trabajo...

 

Me reivindico lógicamente como usuaria, y en la misma medida que muchos por estas latitudes. Vamos, porque no queda otra. Y también porque intento aprovechar todas sus ventajas.

 

Eso me lleva a pensar en aquellos y aquellas que, muchas veces abandonando la zona de confort del resto de actores del escenario tecnológico, la desarrollan.

 

Las personas que hacen posible todo lo que se pone a nuestro alcance para mejorarnos la vida. Porque al final, dicen todos los investigadores, profesionales y empresas que se dedican a ello y al margen de las posibilidades obvias de negocio, lo que parece imperar al menos en el origen, en la idea, es el espíritu de aportar algo útil a la sociedad.

 

Pero lo que más me fascina es la forma en la que se defiende la necesidad de apostar por la innovación tecnológica, esa aplicación del conocimiento que es en sí la innovación misma para mejorar productos, servicios y procesos. Para aportar más valor.

 

En el mismo foro organizado por Blue Room Innovation donde escuchaba a José Alberto Terrasa, “Technovation para PYMES turísticas”, el menorquín Jimmy Pons intervenía para trasladarnos magistralmente del pasado reciente al momento actual y a un futuro que se acerca vertiginosamente.

 

Dos hitos significativos: en 1991 nace la primera web. En 2014 dos cerebros se dicen “hola” a 7 mil kilómetros de distancia, algo así como “crear” la telepatía que permitirá que nuestra mente pueda “ordenar” el movimiento de drones, coches, videojuegos...

 

Hoy ya se está generando la tecnología que introducirá mejoras en todos los sectores, desde el sanitario hasta el financiero, desde el industrial hasta el turístico...todos.

 

La habilidad del ponente para hacernos sentir que formamos parte de ese avance colectivo (como víctimas, usuarios o generadores de la innovación tecnológica) pasa por hablar un lenguaje que todos entendemos.

 

Frases como que “si crees que el smartphone te ha cambiado la vida, ni te cuento lo que pasará en los próximos cinco años” o “el 80% de lo que se ve en las buenas pelis de ciencia ficción tarde o temprano será realidad”, provocan que mis entrenadas antenas en eso de cubrir periodísticamente tantas charlas, conferencias y ponencias, se orienten automáticamente hacia el mensaje.

 

Porque por muy experto que uno sea en lo suyo si no empatiza, si no lo cuenta de forma entendible y atractiva, nos desconectamos (analógicamente, claro) de lo que dice.

 

Y nos perdemos la otra parte necesaria de la información: que todas esas posibilidades nos están pillando fuera de juego. Introducía aquí el speaker la crítica, también clara y directa: no estamos preparados para una economía colaborativa que en 2025 generará ya 335 mil millones de euros; las ayudas, financiación, planes y formación que hace 15 años hicieron triunfar la apuesta por la calidad, hoy no se disponen o se usan incorrectamente (muchas veces incluso se pierden); faltan líderes antes que jefes, carecemos del concepto Open Innovation (compartir la hoja de ruta) y las organizaciones aún no han entendido que el emprendedor, la emprendedora, no es sólo quien monta una startup, por ejemplo, sino ese profesional que en su plantilla o equipo de asesores podría darle a la empresa una visión y un impulso que ahora ya es vital para ser competitivos.

La tecnología se usa, se sufre o se desarrolla