martes. 19.03.2024

Hierbas aromáticas, salvia, azafrán, curry, cayena, albahaca, anís, tomillo y un sinfín de olores impregnan la nave de Especias Crespí, ubicada en el polígono Son Castelló. Fundada en 1945 por la familia Crespí, campesinos, cultivadores y elaboradores de condimentos y especias de la gastronomía de las Islas Baleares.

Esta es su carta de presentación. Una historia familiar que comenzó por los pueblos de Mallorca con la venta de pimentón y especias para la elaboración de la sobrasada, embutido tradicional balear. Cerca de 75 años de recorrido, esta empresa familiar y comprometida, apuesta por el producto local y de producción ecológica. Gestionada ya por la tercera generación de la familia Crespí, han ido heredando las tradiciones y les ha llevado también al comercio de las especias del mundo entero. Coloma Crespí 

Estamos con una mujer que derrocha vitalidad, trabajadora nata y muchísima alegría. Una mujer que ha crecido entre especias y a la que le encanta este mundo de olores y colores. Ella es Coloma Crespí, natural de Palma. Con ocho años iba con su padre a la fábrica y mientras él trabajaba, ella jugaba. “Me subía por los sacos”, se ríe. “Hacía montañas, traían los pimientos en sacos, pero a lo mejor traían dos mil o tres mil sacos, y los empezaban a poner desde el suelo y en montículos… y cuando los lunes venían los trabajadores decían: ¡han estado aquí los hijos de Juan!”.

Desde entonces ha estado metida en este mundo de especias y hierbas. Entrar en el negocio familiar no fue una obligación, sino el ver que necesitaba dar apoyo a sus padres, Juan e Isabel. “Nunca nos han dicho que teníamos que estar en el negocio, terminamos de estudiar y empezamos a venir, coger práctica y hasta el día de hoy aquí estamos”. Se refiere a ella, a sus hermanos y a sus primos.

El negocio lo fundaron sus abuelos y después sus hijos, Juan, padre de Coloma y su tío Jorge Crespí, continuaron. Cuando Coloma se incorpora en la empresa pensó que para estar en la fábrica tenía que aprender todo. Para ello, dice, “pasé unos cinco años detrás de mi padre mirando, aprendiendo, haciendo mis apuntes, envasando…

Mi papá estaba en la fábrica, pero si tenía que coger pimientos, estaba también… estaba haciendo todo lo que se tenía que hacer”. Años más tarde, Coloma Crespí empezó a dirigir toda la parte de fabricación, pero cuando tuvo a sus hijos, no podía ir a la fábrica por la tarde.

“Me sentí agobiada y tuve que hacer otros horarios para compatibilizar”, comenta. Coincidió también que uno de sus primos se fue de la empresa y hubo cambios. “Mi padre y mi tío se hacían mayores, había que tomar una decisión, y entró mi marido, Juan Velasco. Él es ingeniero informático, trabajaba en una gran empresa en un puesto de directivo muy importante, pero decidió dejarlo todo y venir a ayudarme”, cuenta con mucha satisfacción.

Su marido, dice, “tenía otro enfoque, porque aquí se hacía todo muy mecánico. “Me decía: Aunque siempre se haya hecho así, si no funciona se cambia”. Confiesa que estuvo muy agobiada y no sabía cómo seguir adelante. La estructura de la empresa y la marca estaba, era conocida y no quería cerrar. “¿Cerrar?, no, no se puede”, exclama con contundencia.

Cuando su marido tomó la decisión de incorporarse a la empresa, Coloma se puso muy contenta. “Le expliqué los cuatro puntos más importantes de la parte de fabricación y con lo que sabe de informática empezamos de nuevo. Empezamos y dijimos: vamos a abrir una tienda en Santa Catalina, otra en el Olivar, y yo pensaba ¡ay madre mía!... vamos a innovar, vamos a pasar a ecológico, vamos a empezar a sembrar nosotros en vez de comprar las aromáticas a la Península que las traían de otros países”.

Lo tenían muy claro, pasaron a hacerlo todo ellos, producción local, km.0, ecológico… era el año 2006. Esta empresaria, junto con su marido, supieron dar un vuelco. Han cambiado el formato de los productos, ahora venden “lo que se puede sin plásticos, en cajitas de cartón”.

Coloma y Juan se adaptaron y han dado a conocer el tap de cortí fuera de Mallorca. “Todo el mundo se piensa que solo hay turistas y estamos todo el día en la playa. ¡Y me da una rabia!”, expresa gesticulando. Son ellos quienes se van a los mercados y ferias ecológicas por toda España, nos cuenta. Han estado en Biocultura en Bilbao, Sevilla, Madrid, Barcelona, Valencia… “nos vamos con nuestros productos, montamos el chiringuito y damos a conocer nuestros productos. Hace tiempo que tenemos clientes que nos compran de la Península”.

"Hay que reinventarse porque las matanzas ya van en picado y las especias duran mucho”

Volviendo la vista atrás, recuerda que cuando su padre estaba vivo y volvieron a sembrar les dijo: ¡uy, estáis locos, volver a sembrar! Y con esa naturalidad que la caracteriza prosigue, “se prueba y si no, siempre podemos comprar los pimientos en Murcia que es lo más parecido y también es español y bueno. Cambiamos los formatos, hemos puesto personajes a las mezclas, con nombres, hemos sacado unas mezclas de especias de todo el mundo, las sacamos en convencional, y ahora en ecológico, hemos hecho una historieta de lo que es la venta de especias y recetarios, en redes sociales, hay que reinventarse porque las matanzas ya van en picado y las especias duran mucho”.

Coloma es la encargada de hacer todas las mezclas, le encanta. Afirma que los extranjeros también quieren especias de su tierra. Para llevarlas a cabo, ha ido buscando las fórmulas en libros antiguos que tenía su padre (los guarda todos) y también ha mirado en Internet, pero al final, dice, “me quedo con las recetas de los libros antiguos porque eran más auténticas”. Como en todo, en el sector de la alimentación han cambiado las cosas. Por ejemplo, antes no era obligatorio poner la caducidad en los lotes. Antes de que se implantara, Juan (padre de Coloma) anotaba en un cuaderno un número en cada partida que hacía, para saber la trazabilidad.

“Mi padre siempre iba muy adelantado. Yo en cambio voy al día”, sonríe. Con la entrada de su marido, la organización del negocio cambió. “Cuando empezamos no había ordenadores, se hacía todo a mano y andábamos buscando dónde está esto, dónde está lo otro. Yo sabía dónde estaba todo colocado, ahora ya no me acuerdo”, ríe.

Pero reconoce que le costó mucho, que le decía a su madre: “no voy a aprender nunca a hacerlo porque papá venía y estaba pendiente de todo”. Aún con todo, Coloma se confiesa amante de las especias porque le gustan, pero sobre todo porque le gusta “toda esta movida”.

Tuvieron que hacer una gran inversión en maquinaria, entre ellas una etiquetadora ya que cada vez hay que poner más información en las etiquetas. ¡Es exagerado!, exclama, “estoy segura de que mucha gente ni lo lee”. Van expandiéndose con nuevos productos. De las últimas innovaciones que han hecho, es una mezcla de especias con algas y frutos secos, como un potenciador del sabor natural junto con el cocinero Andreu Genestra que les ha facilitado cómo hacía él estas fórmulas y Coloma Crespí las ha hecho parecidas. ¿Y cuál es la especia que más le gusta a Coloma? El curry.

“Hemos hecho unos curry vegetales deshidratados y molidos con los que tenemos aquí en el campo, uno con brócoli, otro con zanahoria morada con una base de curry morado, uno de calabaza… y una que se llama India, es una fórmula que mi padre tenía de siempre”.

Echamos la vista a momentos difíciles y comparte con sinceridad que la crisis del 2008 fue muy dura. “Mucha gente dejó de pagar, cerraban restaurantes, pero lo pudimos sobrellevar gracias a Dios porque la gente seguía cocinando”. En cuanto a la crisis sanitaria de la Covid-19, expresa que el impacto que ha tenido ha sido importante, “tanto para el cliente particular que ha visto reducida su capacidad para desplazarse a comprar, como lógicamente para la compra derivada: carnicerías, empresas cárnicas, así como todo el canal Horeca”.

Esta situación ha obligado a la empresa a reestructurarse en los procesos y dimensionar en número de trabajadores. Así todo, comenta, “se ha seguido trabajando tanto en el campo, como en la fábrica, como en la parte comercial y de marketing para salir lo antes posible y volver a coger el ritmo de producción”.

“Nuestra misión es la de tratar solo con productos de la más alta calidad y frescura”

“Es diferente, tú sabes que si no lo sacas, ellos (los empleados) no tendrán trabajo y las tiendas no tendrán tus productos, es una cadena”. Con veinte personas en plantilla, entre las que se encuentra su hermana Isabel que lleva toda la parte de contabilidad, Coloma lleva más la parte de fabricación y su marido de gestión y pedidos. Habla de su marido maravillas, “es un trabajador nato, él lleva el cotarro de todo”, sonríe, “mi opinión claro que vale”.

Tiene una hija que es traductora, un hijo que es cocinero y otra más pequeña que le dice: Mamá, ¿la fábrica me la dejarás a mí? Bueno, si quieres trabajar en ella, le dice. Coloma, ¿Te gustaría que hubiese una generación más de tu familia? “No lo pienso”, expresa. “Nuestro trabajo es el día a día, vivimos de esto”. ¿Cómo eres fuera de la fábrica? “Igual”, afirma riéndose, “no paro, de arriba a abajo.

Estoy muy dedicada a mis hijos, siempre estoy pendiente de que todo esté correcto y de que todo el mundo esté feliz y contento, que tengan todo lo que necesitan y me olvido de mí. Salgo a las ocho de la mañana y no aparezco hasta las ocho de la tarde. Ahora solo vengo por las mañanas, por la tarde me dedico a la familia.

Se define primero como una trabajadora y luego como una empresaria. (Pausa) “Al final tienes la empresa, pero es más difícil tener la empresa que trabajar en la empresa. Te vas a casa, pero no desconectas”, expresa. Una actitud que la caracteriza y dice que su padre era igual. “¿Qué tengo que hacer?, ¡quejarme!, pues no, hay que seguir”.

Reconoce que le gusta su trabajo, se lo pasa bien, aunque hay días que suspira ¡me tiraría de los pelos! “Si quieres tener un negocio y que a la gente le guste venir, has de ser empático” Empresarios con valor II -91 Son muchos momentos vividos. Cuando alguna dependienta falta, Coloma la sustituye.

Recuerda cuando empezó a trabajar en la empresa que su madre, que siempre estaba en la tienda, los miércoles se iba con las amigas, e iba ella a sustituirla a la tienda, y a partir de ahí, con 18 o 20 años, estaba toda la tarde despachando. Coloma era administrativa, pero admite cogió el gusto a las especias y empezó a interesarle este mundillo. Cuando terminó de estudiar, tenía que hacer las prácticas, y entró en la parte de administración para aprender, pero tenía claro que quería seguir yendo a las tiendas porque le encanta “enrollarse con la gente”, les cuenta recetas y les involucra.

En casa de Coloma hacen catas familiares, “¡es la única manera de probar lo que hago!”, aunque también lleva algunas mezclas a cocineros para que prueben y le den su opinión. En Especias Crespí hacen la recogida manual, el producto es natural, local y ecológico. “Nuestra misión es la de tratar solo con productos de la más alta calidad y frescura, siendo exigentes y rigurosos para garantizar al cliente la mejor selección”, concluye

Coloma Crespí: “Si quieres tener un negocio y que a la gente le guste venir, has de ser...