miércoles. 24.04.2024

Disciplina positiva para la empresa

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“Todo funcionaría mejor si la gente fuera más disciplinada”, afirmaba el propietario de una mediana empresa. Me sorprendió la palabra “disciplina”, ya que no se suele utilizar, salvo en los departamentos de relaciones laborales, donde tienen presente el reglamento de régimen interno, en el que se recogen los deberes y obligaciones necesarios para que la empresa funcione. Históricamente, se ha hablado de disciplina como obediencia y consideración por los valores y principios, y se ha mantenido que la buena conducta y el trato respetuoso eran, y son, la base de las relaciones dentro de la empresa. Porque se necesita orden y claridad en las conductas de las personas para evitar el caos. 

 

Más aún, la disciplina ha sido sinónimo de norma, obediencia, regla o subordinación. Lo solemos asociar con organizaciones muy jerarquizadas (disciplina militar), en las que sus integrantes se rigen por un régimen de conducta asociado a sanciones. Pero sabemos que la disciplina es necesaria para la vida y no solo para la empresa. Se necesita disciplina para adquirir un hábito nuevo, aprender a tocar el piano, educar a los niños, tener un tráfico fluido y adaptarnos a las cambiantes normas sociales.

Pero la palabra no tiene buena fama. Preferimos utilizar perseverancia, constancia, responsabilidad, rigor, método que disciplina. Pensé que estaba bien que el empresario utilizara esa palabra: “con un poco más de disciplina, las cosas irían mejor”.

La disciplina se suele aprender de niño, en casa y en el colegio. Hacerlo cuando uno es adulto es posible, pero mucho más complicado. Desde esa perspectiva, adaptarse a la disciplina supone que vamos a dejar de ser rebeldes. Además, suele faltar el autocontrol y la motivación, porque los resultados son a largo plazo, y eso es aburrido.

En los años 80, apareció un movimiento de disciplina positiva en la educación. Fue creado por Jane Nelsen, madre educadora y psicóloga, con 5 hijos. Harta de batallar por conflictos diarios (peleas entre hermanos, desorden, comportamientos desafiantes…), recogió los principios pedagógicos en un interesante manual. Su filosofía partía de una pregunta básica: “¿De dónde hemos sacado la loca idea de que para que un niño se comporte bien, primero tenemos que hacerle sentir mal?”.

Los cinco criterios que utiliza Jane Nelsen para una disciplina positiva son de sentido común, pero no por ello de fácil aplicación:

  1. Es amable y firme al mismo tiempo. Ni permisiva ni punitiva.
  2. Identifica la creencia detrás del comportamiento. Crea un sentimiento de conexión y pertenencia.
  3. Es efectiva a largo plazo. El lamento funciona a corto plazo, pero tiene resultados negativos a largo plazo.
  4. Enseña valiosas habilidades sociales y de vida para un buen carácter. Respeto, preocupación por los demás, resolución de problemas, rendición de cuentas, contribución, cooperación.
  5. Invita a los niños a descubrir lo capaces que son y a usar su poder personal de manera constructiva.
  6. Se enfoca en soluciones en lugar de castigos. Los errores son una oportunidad de aprendizaje.

El resultado fue que una gran cantidad de colegios adoptaron este modelo de disciplina positiva o similares, y que incluyeron herramientas y programas de educación para familias. Porque la escuela no puede hacerlo sola, además de que las madres y padres aspiran a que sus hijos sean adultos independientes y autónomos, estables emocionalmente y seguros de sí mismos, entre otras muchas cualidades. Vale la pena bucear por este modelo pedagógico por la cantidad de propuestas que ofrece para la educación de los hijos (y progenitores).

Creo que, en esta corriente educativa, hay muchos mensajes útiles para el mundo de la empresa y para el propietario que, con razón, pide más disciplina. La disciplina positiva se basa en el reconocimiento y el refuerzo de conductas deseadas, en lugar de castigar las conductas indeseables. Esto significa que los empleados son recompensados por hacer las cosas correctamente y son motivados a mejorar su comportamiento con refuerzo y gratificación.

Está demostrado que esta forma de disciplina mejora los resultados y la satisfacción de los empleados, lo que contribuye a un entorno de trabajo más positivo. Algunas formas de implementar la disciplina positiva en una empresa incluyen el reconocimiento público, el refuerzo verbal, los premios y los incentivos. Estas formas de disciplina positiva ayudan a los empleados a sentirse apreciados y a motivarlos a seguir trabajando duro para lograr los objetivos de la empresa.

En mi experiencia, las empresas que optan por ese camino suelen establecer planes para incorporar algunos conceptos a su cultura. Por ejemplo:

  1. Establecer límites claros
    Los límites son fundamentales para la disciplina positiva. Establecer límites claros y específicos para los empleados asegura que entiendan lo que se espera de ellos y les da una idea clara de dónde está el límite. Esto ofrece a la empresa una base para hacer cumplir los reglamentos y la responsabilidad a los empleados para seguir los límites.
  2. Enfocarse en el comportamiento deseado
    Centrar las acciones en el comportamiento deseado en lugar de castigar el comportamiento indeseado. Esto significa que los empleados deben ser alentados a seguir las reglas y el comportamiento deseado debe ser reforzado con recompensas.
  3. Establecer una relación de confianza
    La disciplina positiva exige una relación de confianza entre la empresa y los empleados. Esto significa que los empleados deben sentir que sus necesidades y preocupaciones serán escuchadas y respetadas por la empresa. Esto ayuda a los empleados a sentirse seguros y respetados.
  4. Utilizar el diálogo
    El diálogo es una herramienta importante para la disciplina positiva. Los gerentes deben estar dispuestos a escuchar a los empleados y tener una conversación abierta y constructiva con ellos. Esto ayuda a los empleados a comprender las expectativas de la empresa y trabajar para cumplirlas.
  5. Ofrecer incentivos
    Los incentivos pueden ser una forma eficaz de reforzar el comportamiento deseado. Estos premios pueden ser materiales o inmateriales: elogios, tiempo libre, aumentos salariales… De esta forma, los empleados se sienten más motivados y comprometidos con su trabajo.

 

Como todas las listas de recomendaciones, esta también tiene una dificultad añadida: necesita una dirección coherente y firme y con responsables de equipo formados para poder afrontar esas conversaciones difíciles que genera el tema. Ya conoce la máxima de “promueves lo que consientes”.

La gestión de conflictos es una asignatura pendiente en muchas empresas y sin ella no es posible desarrollar la cultura de la disciplina positiva. Implementar todas estas acciones no garantiza que se consiga una disciplina positiva. La ausencia de estas acciones sí garantizan la falta de disciplina. Vale la pena intentarlo.

Disciplina positiva para la empresa
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