viernes. 03.05.2024

Menos filantropía, más responsabilidad

Estos días asistimos a donaciones que acaparan la atención de medios y redes sociales. Desde Eticentre queremos manifestar nuestra postura.

 

Cualquier donación es, evidentemente, bienvenida en momentos tan importantes, dramáticos y desesperados.

 

Antes que nada, hay que ser agradecido por todo este ejército de profesionales entregados, que no hacen de su actitud una heroicidad y que, alejados de cualquier protagonismo, solo viven su propia entrega en el compromiso con los demás. Lo vemos en sanitarios, cuerpos y fuerzas de seguridad, personal de limpieza, agricultores y un voluntariado espontáneo, tanto de vecinos como de jóvenes, que tratan de facilitar la vida a los que más lo necesitan.

 

Después debemos distinguir entre las donaciones espontáneas, éstas que nacen de la solidaridad y cuyo valor es inmenso por su cualidad y merecedor de todo elogio, aunque su cuantía sea poco significativa, su valor es intrínseco e inmenso, frente a otras donaciones, aunque puedan parecer más espectaculares por cuantía y espectacularidad. En el análisis hay que tener en cuenta si estas donaciones obedecen más a una filantropía estratégica y si, en algunos, casos ocultan un tema de mayor calado: la falta de responsabilidad social, confundiendo la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) con acción social, asistencialismo o filantropía que, en muchos casos, tiene más que ver con el marketing o la caridad de quien da para creerse mejor.

 

Debemos poner las cosas en su sitio y no debemos confundir la RSE con dicha filantropía o acción social, ya que no se trata de que las empresas se conviertan en obras de beneficencia.

 

Por esto, guiados por los principios de la responsabilidad social empresarial, que como muy bien define nuestro colaborador y experto Toni Vives, consiste en "gestionar los impactos de las actividades de la empresa, de acuerdo con sus capacidades, sobre la sociedad, con el medio ambiente, en las personas, de un modo responsable y coherente”, y alejados de otro comportamiento, que es el de maquillar actuaciones en espléndidos informes, memorias y campañas, que no obedecen más que a un espíritu de marketing puro y duro, porque está de moda ser responsable sin modificaciones profundas de los hábitos empresariales, sin en convertirla en un mero departamento, desvirtuando su esencia y en muchos casos generando esta falta de coherencia, que en demasiadas ocasiones se observa en muchas corporaciones y sus directivos. Sabemos que el énfasis de cada empresa debe estar en los impactos que esta genere en su propia actividad, y estos valores deben emanar del corazón de la empresa, empapando todas sus acciones a un nivel estratégico, no cosmético, para no convertirlos en un mero instrumento de trámite.

 

Entendemos que la crisis del coronavirus ha puesto, más que nunca, de manifiesto algunas contradicciones, pero además se irán visibilizando nuevas y muchas cosas que dábamos por sentado, y que ya nunca más volverán a ser vistas con los mismos ojos. A la vez, una nueva mirada dará paso a una nueva relación con las personas, pero también con las instituciones, con las organizaciones y con las empresas.

 

Entramos en un mundo más exigente con la coherencia y los valores.

  • No valdrá hacer acción social y luego cobrar intereses ilegítimos o mantener cláusulas abusivas en letra pequeña.
  • No valdrá hacer acción social y abusar de la posición privilegiada en el mercado, teniendo secuestrados a los clientes.
  • No valdrá hacer acción social y que la matriz tribute en un paraíso fiscal.
  • No valdrá hacer acción social y producir en países donde los trabajadores no tienen derechos laborales y son explotados.
  • No valdrá hacer acción social y agobiar a los proveedores con cláusulas abusivas, alargando los pagos y con precios de derribo.

 

El propósito de una empresa debe ir alineado con los intereses de la sociedad, de sus trabajadores y del entorno.

 

Los acontecimientos vividos estos días ponen de manifiesto que la empresa no puede ser autista a los problemas de la sociedad que la sustenta y de la cual obtiene sus beneficios, ya que una sociedad sana redundará en beneficio de la propia empresa.

 

Por esto, cuanto mejor sea el clima del entorno, se formará un círculo virtuoso en interés propio de las personas, la sociedad y al final de la propia empresa.

 

Hoy más que nunca tenemos el ejemplo.

 

Pero no existen recetas mágicas, ni nadie que las administre. En una sociedad compleja y global como es la nuestra, las recetas simples no funcionan, por esto de esta crisis no saldremos si no es con un compromiso general y un nuevo modelo económico donde se recuperen valores y actitudes.

 

No estaría mal que, en vez de dedicarnos a buscar culpables, empecemos por cambiar el discurso y por asumir cada uno nuestra propia responsabilidad.

 

La clase empresarial debe asumir que no puede sustraerse de los problemas de la comunidad donde recoge sus beneficios y debe apartarse de métodos como la especulación, la explotación humana o la de los recursos naturales, el abuso de poder o la información privilegiada.

 

El consumidor debe hacer de su gesto cotidiano de la compra un acto responsable, premiando a las empresas que son sensibles, responsables y cercanas, adquiriendo productos de proximidad, exigiendo productos duraderos de larga vida y repudiando los de usar y tirar.

 

El político debe recuperar la esencia de trabajar para el bien común y alejarse de charlatanería barata y consignas partidistas, para trabajar en la búsqueda del interés general con el más amplio consenso.

 

El funcionario entendiendo que trabaja para la comunidad, deberá mostrarse empático, resolutivo y eficiente, en vez de ausente, como si los problemas del ciudadano no fueran con él.

 

El sistema financiero debe recuperar el rigor, la solidez y la prudencia, porque la confianza es difícil de conseguir y fácil de perder.

 

Los trabajadores deberán hacer esfuerzos para implicarse en el propósito de la empresa y ser proactivos en la búsqueda de soluciones.

Menos filantropía, más responsabilidad