La crisis por el covid19 no ha hecho más que acelerar una crisis que ya se venía intuyendo, y que ha puesto en evidencia muchos de los errores cometidos durante estos últimos años en materia económica, social y medio ambiental, que urge remediar.
Además, ha puesto en valor las cosas importantes : la compañía de nuestros seres queridos, de un abrazo sincero, la de un beso sentido, la nobleza de muchas profesiones y la dignidad de muchos oficios.
Los retos de la agenda 2030 de la ONU, ya nos venían anticipando la necesidad de un cambio de rumbo en la economía mientras establecían unos objetivos claros e irrenunciables, todos plasmados ,curiosamente, en los 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas.
Dichos Objetivos, hoy pueden ser la oportunidad para recuperar una economía más justa, social y respetuosa del medioambiente; además están concebidos para implementarse en todos los países e incluyen los ecosistemas que sustentan la vida en nuestro planeta.
Cada uno se concreta y se desdobla en tareas que pueden ser fuente de creación de puestos de trabajo de los que estamos tan necesitados. Pero además ofrecen oportunidades para invertir, no solo dinero, y pueden ser los impulsores de nuevas iniciativas empapadas de valores.
Las ventajas que ofrecen los ODS , es que están ampliamente consensuados y ofrecen un buen punto de partida para obtener legitimidad en su aplicación, ofreciendo la posibilidad de establecer debates constructivos, de este modo podremos prestar atención y estar en lo importante, dejando de lado las diferencias.
Más allá de los objetivos concretos, los ODS nos permiten recuperar los valores, y poner a las personas en el lugar que nunca deberían haber abandonado, por otro lado nos ofrecen mayor capacidad para gestionar la incertidumbre y la complejidad del contexto en que vivimos , ya que son un faro certero hacia donde debemos dirigirnos.
Estos objetivos ponen el énfasis en una visión a largo plazo, y nos permiten abandonar la cultura de la inmediatez, de este modo mantener y recuperar la confianza necesaria que nos permita llenarnos de sentimientos de capacidad para enfrentarnos sin miedo a esta nueva realidad.
Entramos en una década crucial en la que nos la jugamos por la emergencia climática y social, por esto debemos, más que nunca, apoyarnos, intercambiar buenas prácticas a través de la cultura de compartir, acelerando así el proceso de cambio, encontrando nuevos modelos que nos den certidumbres para liderar el futuro, aún a sabiendas que nada es gratis, porque está claro que el coste de no hacerlo nos va nuestro futuro y la supervivencia de nuestra especie.
Urge impulsar la colaboración público privada donde Administraciones, Ongs y empresa privada, están llamados a encontrar un nuevo modo de trabajar juntos, y a hacerlo con ilusión, con un sentido positivo, encontrando cada uno su espacio, pero alineándose conjuntamente con el propósito de construir un mundo más justo y mejor, para sentirse parte del cambio necesario, crear complicidades y estimular el entusiasmo, que parece perdido, alentando a nuevos emprendedores.
La sociedad lo está pidiendo , las personas están dispuestas, el mundo lo necesita ….
No podemos perder esta ocasión, que desgraciadamente se ha puesto más en evidencia que nunca con el Covid.
Pongamos a trabajar nuestra creatividad para traducirla en innovación, entendida como un cambio basado en el conocimiento que aporte valor y un valor que no solo sea económico. Hay mucho por hacer, mucho por reinventar en todos los sectores , desde el necesario rearme sanitario, que garantice una sanidad justa sin exigir heroicidades, hasta implantar un plan urgente de reforestación para apaciguar el cambio climático, pasando por la necesaria descarbonización de nuestras energías, la regeneración de nuestra agricultura, la reducción de las desigualdades, la mejora en la educación, en la justicia o acabar con la pobreza y el hambre en el mundo.
Los ODS nos permiten invertir en nuestro futuro de un modo responsable, sin malgastar las energías en estériles e inútiles discusiones, para ponernos manos a la obra en la construcción de una sociedad en la que todos desearíamos vivir.
Si provocamos lo que queremos conseguir, deberíamos visualizar una transición hacia un nuevo mundo que, aunque distinto, no tiene porque ser peor.
Recuperemos la relación con la vida, y volvamos a construir un mundo más justo, equitativo, inclusivo y gozoso, para dar un paso importante y ser protagonistas del cambio del “Homus económicus” al “Homus Felicis”.