viernes. 26.04.2024

Las siete edades de la cultura

En mi librería tengo dos estantes para mis libros significativos. No son muchos, pero son libros que releo. Son libros con complejo de superioridad hacia los otros libros y para el libro es un honor estar ahí, ya que está reservado el derecho de admisión. Tengo algunos clásicos (nunca defraudan), algo de filosofía, de ciencia y ficción contemporánea.  A veces pienso que yo no miro los libros, sino que los libros me miran a mi y me dicen cosas que a veces oigo y a veces no.

 

Quiero presentarles a Jorge Wagensberg, que fue profesor de Teoría de Procesos Irreversibles, investigador, conferenciante y escritor variado y sensible. Su máximo gozo era “compartir conocimiento”. Nos dejó en 2018. Una lástima. Fíjense en algunos de los títulos de sus libros: “Si la naturaleza es la respuesta, ¿Cuál es la pregunta?; “A más cómo, menos por que”; “Sólo se puede tener fe en la duda”. No puedo dejar de recomendarlo.

 

Uno de mis libros favoritos es El pensador intruso, (Metatemas Tusquets, 2014).

 

En capítulos muy cortos, el autor nos introduce en el espíritu interdisciplinario del conocimiento, capaz de indagar en el arte, la ciencia o la vida cotidiana. Utilizando muchos ejemplos, nos muestra que el conocimiento es fruto de muchas mezclas y estímulos. Interesantes reflexiones.

 

El libro acaba con un epílogo que quiero compartir con ustedes. Me parece una síntesis original. Lo titula “Las siete edades de la cultura humana” y parte de la premisa que la cultura es información transmitida por vía no genética y es algo que se descubre, se aprende y se transmite. Es un logro de la selección natural.

 

Hace dos millones de años un antecesor lejano nuestro, el homo habilis, descubrió que se podía romper un canto rodado y producir un filo de piedra, muy útil para cortar piel, tendones y carne para alimentarse mejor. Fue la UTILIDAD (1) lo que hizo que se expandiera y perfeccionara el descubrimiento. 

 

Un millón y medio de años después, otro congénere nuestro, el homo erectus, añade una segunda propiedad a las hachas de piedra: les dota de simetría, que es una armonía frecuente de la naturaleza. Pero la simetría no aporta una mayor utilidad. Aporta ESTETICA (2). Son más bonitas de ver. La obsesión por la belleza nos acompaña desde entonces.

 

Pasa el tiempo y aparecemos nosotros, el homo sapiens, y nos dedicamos a pintar grafitis por las cuevas, representando los deseos mas básicos y se apela a algo inmaterial para intentar influir en esa realidad: tener buena caza, fertilidad, ritos, fiestas… A la utilidad y a la estética se une la ESPIRITUALIDAD (3), elementos sobrenaturales que nos han de proteger.  De eso hace 30.000 años. 

 

Ese aprendizaje nos abre la puerta a la representación de ideas abstractas, como números, los primeros conceptos filosóficos, además de la ganadería y la agricultura. Gracias a la ABSTRACCIÓN (4) aparecen las culturas de Mesopotamia, Grecia y Egipto y se eleva a conocimiento universal, que puede ser transmitido con rigor. 

 

La cultura continúa avanzando y aparecen las religiones con libro, libro único que revelan verdades únicas de un dios único: La Torá, la Biblia, el Corán, que tienen consecuencias en la organización social. Es la REVELACIÓN (5), que lleva a una contradicción creciente: “En un mundo incierto y cambiante, domina una cultura de verdades únicas y eternas”. Y de esa contradicción aparece el Renacimiento que entra en colisión con el saber revelado: la CIENCIA (6). Y de ahí, germina el arte por arte. No es que no hubiera arte antes, pero había que esperar hasta finales del siglo XIX para despojarlo de cualquier función social o religiosa. El ARTE (7), la más reciente etapa de la cultura.

 

Cierro el libro y lo vuelvo a depositar en la estantería de mis libros esenciales. En mi confinamiento, tengo la sensación de que el libro me observa como si me preguntara cuál y cómo será el siguiente paso de la cultura, en este mundo que nos está pidiendo un cambio drástico, si no queremos volver a empezar. Recuerdo un aforismo suyo que viene que ni pintado: “Si no fuera por las crisis, aún seriamos todos bacterias”.  Lamento que Wagensberg no esté aquí para incorporar en su epílogo ese siguiente paso de la cultura. Espero que no le defraudemos. Nos jugamos mucho.

 

Las siete edades de la cultura