viernes. 26.04.2024

Las etiquetas de la emoción y el puente del amor

Seguramente habrán oído hablar de Epicteto, un filósofo griego que vivió en el siglo I y que nos dejó muchas frases sabias que conviene leer periódicamente.

Una de ellas dice: «no son las cosas en sí mismas las que nos perturban, sino las opiniones que tenemos de las cosas». La psicología cognitiva se basa en ese concepto, entre otros, porque lo importante no es lo que pasó, sino la interpretación de lo que pasó, el significado que le atribuimos y con el que construimos nuestra realidad.

 

Al estoicismo de Epicteto hay que sumarle a Cicerón y a Marco Aurelio, quienes reforzaron la idea de que los pensamientos marcan el camino a las emociones y pasiones. Muchos otros pensadores también dieron forma a la psicología cognitiva, que trabaja con el esquema básico de un triángulo en el que los vértices representan el pensamiento, la emoción y la conducta. Estos tres elementos están relacionados y tienen influencia entre sí, pero es necesario un acontecimiento para que ese triángulo se active.

 

Con un ejemplo lo comprenderemos mejor: imagine que acaba una relación sentimental (acontecimiento) y que usted piensa que es una tragedia, porque no podrá vivir sin su pareja (pensamiento). Su reacción es ansiosa y depresiva (emoción) y decide que no quiere conocer a nadie más, encerrándose en sí mismo (conducta).

 

Suena lógico, pero ahora imagine otra opción, que usted creía que esa relación no tenía futuro y que la ruptura sería buena para los dos (pensamiento). Entonces, usted respira aliviado y siente tranquilidad y bienestar (emoción) y está abierto a conocer a otras personas (conducta). Muy interesante. Lo que me pasa (acontecimiento) lo interpreto (pensamiento) y eso tiene dos tipos de consecuencias: cómo me siento (emoción) y cómo actúo (conducta). Por lo tanto, si queremos cambiar las consecuencias debemos revisar nuestros pensamientos o creencias.

Emoción y sentimiento

Le propongo distinguir entre emoción y sentimiento. La primera es la respuesta del sistema límbico, que se encarga de responder rápidamente y sin pedirnos permiso a los estímulos ambientales (veo una serpiente) o internos (recuerdo mi infancia), produciendo respuestas emocionales como miedo, alegría, tristeza, etc. Una energía intensa que se mueve por nuestro cuerpo, dura poco, se estanca si la reprimimos y nos lleva a la acción.

 

No solo recordamos lo que experimentamos, sino también, cómo reaccionamos, uniendo los dos recuerdos en uno. Aprendemos a asociar el fuego con quemaduras y, cuando vemos fuego, tenemos una sensación de miedo ante el dolor y el peligro, por eso nuestro cerebro aprende que esa es la reacción adecuada.

 

El sentimiento es una asociación mental con reacciones hacia las emociones y aparece cuando el cerebro las interpreta y evalúa. Así como las emociones son básicas, automáticas y primitivas, los sentimientos incorporan nuestra reflexión sobre lo que sentimos de manera consciente. La suma de emoción y pensamiento es el sentimiento. Una emoción se transforma en sentimiento en la medida en que tomamos consciencia de ella, es decir cuando la etiquetamos y emitimos un juicio.

 

En consecuencia, sin emoción no hay sentimiento y solo podemos gestionarlos cuando los hacemos conscientes. No olvidemos que, como especie, las emociones y los sentimientos nos han traído hasta aquí, porque gracias al miedo somos prudentes y nos protegemos ante los peligros. La alegría nos permite conectar con los demás, generar ternura y curiosidad. Ponemos límites con el enfado, si lo controlamos, y la tristeza nos ayuda a aceptar pérdidas y fracasos. 

 

Somos seres complejos y en psicología nada es obvio, porque podemos confundir nuestras emociones. Como hemos dicho, primero aparece la excitación emocional, luego etiquetamos y llega el sentimiento. A veces etiquetamos mal las emociones y esa puede ser una causa de problemas.

 

“El puente del amor”

Un divertido estudio que se realizó a finales del siglo XX en la Universidad Canadiense de la Columbia Británica se propuso investigar cómo la atribución errónea de la excitación podía afectar a los sentimientos de atracción. Se le llamó «el puente del amor» y consistía en que una atractiva entrevistadora les pedía a los jóvenes que visitaban un parque en Vancouver, que imaginaran una historia después de mostrarles la imagen de una mujer que se reía mientras se cubría el rostro.

 

La entrevista se realizaba mientras estaban cruzando un puente colgante alto y estrecho, que se movía bastante. Al terminar, les daba su número de teléfono por si la querían llamar para saber más sobre el estudio. Otro grupo era entrevistado por un hombre, pero en un puente de piedra de poca altura y también les daba su número por si querían ampliar la información. A los dos grupos, se les decía que era un estudio sobre creatividad. 

 

El resultado fue que «la mayoría de los que llamaron a la mujer habían atravesado el puente colgante y fueron más del doble de los que habían caminado por el puente seguro. Además, sus historias tenían más contenido romántico y sexual». La conclusión de los investigadores fue que los del puente colgante habían confundido las sensaciones de miedo inconsciente (más latidos, respiración acelerada…) con un sentimiento de atracción.

 

En estudios posteriores, se confirmó que el fenómeno de la atribución errónea de la excitación afecta a nuestro sentimiento de atracción y amor y a una amplia gama de emociones que se confunden. El ejemplo muestra que, aunque «estar enamorado o sentir miedo o ansiedad son estados casi opuestos, porque uno nos hace sentir bien y el otro muy mal, paradójicamente los cambios fisiológicos que provocan son muy similares».

 

Ambos liberan neurotransmisores que hacen que sintamos mariposas en el estómago, al igual que cuando estamos enamorados. Por eso es bastante común, que en una primera cita de pareja ir a ver una película de terror, se confunda con la excitación de estar enamorados.

 

Así que, mucho cuidado con la etiqueta que le ponemos a la emoción, no sea que nos confundamos y eso que llamamos amor sea producto del miedo, la ansiedad o el estrés y lo descubramos demasiado tarde. Interesante ¿verdad?

Las etiquetas de la emoción y el puente del amor