jueves. 25.04.2024

La clave está en los hábitos

Es bastante frecuente que en las sesiones de coaching ejecutivo o personal aparezca el tema de los hábitos como un elemento que ayuda u obstaculiza conseguir los fines que pretende el coach. Desde hace unos años sigo el modelo de James Clear, especialista en el tema, autor de un recomendable libro “Los hábitos atómicos”, del que ha vendido más de tres millones de ejemplares y con un millón de suscriptores a su newsletter, que leo con interés cada semana.

 

El autor sufrió un grave accidente deportivo en su adolescencia y tuvo que volver a reaprender unas cuantas cosas básicas, con tiempo y esfuerzo, que le llevaron a ser un mejor deportista y persona. Cuando se preguntó cómo lo había hecho, descubrió que no era solo la fuerza de voluntad, sino que habían intervenido otros elementos. De ahí diseñó el modelo que quiero compartir con ustedes.

 

Mucha gente piensa que para alcanzar un gran éxito hace falta hacer una gran acción. Pues no; tiene que ver con los hábitos.

 

Los hábitos son aquellas acciones rutinarias realizadas con regularidad y sin esfuerzo que pueden tener un tremendo impacto en los objetivos a medio y largo plazo. La calidad de nuestra vida depende de la calidad de nuestros hábitos, que nos proporcionan pequeños triunfos y modestos avances. No son transformaciones drásticas que se realizan una vez en nuestra vida. Obtienes lo que repites y lo más importante: si proyecta en el tiempo sus hábitos actuales, verá dibujado su futuro. ¿Le gusta lo que ve? ¿Le gustaría modificar algo? Si la respuesta es “sí”, habrá que cambiar algunos hábitos. Y fácil, como ya sabe, no es.

 

J. Clear nos dice que un hábito atómico es un pequeño cambio que forma parte de un sistema mayor. Así como los átomos son los bloques que forman grandes moléculas, los hábitos atómicos son los bloques que construyen los resultados. Él habla de mejoras de un 1%. No parece mucho, pero la repetición los convierte en exponenciales y eso puede conducir su vida a unos resultados diferentes. Variar el rumbo de un barco un 1% lleva, con el tiempo, a puertos diferentes.

 

Para incorporar o cambiar un hábito hace falta un cambio de conducta, que está constituido por tres niveles: resultados, procesos e identidad.

 

El primer nivel incluye cambiar resultados y ahí están la mayoría de las metas que perseguimos: puede ser perder peso, correr media maratón, leer más. El segundo nivel se relaciona con sistemas y procesos: mejorar la eficacia en el trabajo organizándose mejor o adquirir nuevas rutinas en el gimnasio. Y el tercer nivel se relaciona con cambiar las creencias, la visión del mundo, la imagen que tiene de sí mismo.

 

Los resultados tienen que ver con lo que se obtiene. Los procesos tienen que ver con lo que hace y la identidad tiene que ver con lo que queremos llegar a ser.

 

La mayoría de las personas ni siquiera considera cambiar de identidad cuando se deciden a mejorar: “quiero ser delgado (resultado) y voy a hacer esta dieta (proceso)”, y no se dan cuenta de que su vieja identidad puede sabotear sus planes de cambio, ya que son las creencias las que dirigen las acciones. Si queremos alterar el comportamiento, debemos realinear la identidad.  El verdadero cambio de conducta es un cambio de identidad y es esa nueva identidad la que incorpora el nuevo hábito. No se preocupe, puede cambiar su identidad manteniendo su esencia. Este es otro debate en coaching del que hablaremos algún día. Así, la meta no es leer un libro, es convertirse en lector; no es correr una maratón, es convertirse en corredor; la meta no es aprender a tocar un instrumento, es convertirse en un músico. La manera más práctica de cambiar quien eres es cambiar lo que haces. Primero hay que decidir que tipo de persona quiere ser y, segundo, demostrártelo a ti mismo mediante pequeñas victorias continuadas.  

 

Ya sabemos que desde que iniciamos un cambio de conducta hasta que vemos algún resultado, debemos de pasar por el “valle de la decepción”, donde, a pesar del esfuerzo tenemos la sensación de que no pasa nada. Veamos el ejemplo del crecimiento del bambú, que se toma siete años para crecer y seis semanas para desarrollarse, con una tasa de crecimiento de más de 1,2 metros al día. Woody Allen dice: “me ha costado diez años de trabajo tener un éxito de la noche al día”. Hay que ser capaces de perseverar y atravesar ese valle, que no será tan largo como el del bambú.

 

El proceso de incorporar hábitos nuevos se hace en cuatro pasos. El primero es que sea obvio, que sea fácil de hacer. Si quiere comer mas fruta, póngala en la parte visible de la nevera. El segundo, que sea atractivo. Empiece por lo que mas le gusta. El tercero, que sea fácil, sin crear complejidades extras, dando facilidades. Y el último, que sea satisfactorio, empezando poco a poco y aumentando la frecuencia. Si puede, conéctelos a otros hábitos para reforzarlo. Y cree un sistema de seguimiento que le permita valorar más el presente que el futuro. Ya sabe, “nada como el éxito para tener éxito”. La autorreflexión y la perspectiva son necesarios para lograr los cambios deseados.

 

El objetivo del coaching no es que usted sea otro, sino que sea usted mejorado y con más bienestar. Y para eso, afinar los hábitos ayuda. Es muy gratificante ver la cara de satisfacción del coachee cuando comparte sus avances en la sesión.  Primero hacemos nuestros hábitos, luego nuestros hábitos nos hacen. Como siempre, depende de usted.

 

La clave está en los hábitos