jueves. 18.04.2024

La Imprescindible Segunda Oportunidad

El pasado martes, el Colegio de Abogados de Madrid me dio la grata oportunidad de dar una conferencia acerca de un tema candente: La Segunda Oportunidad en la nueva Ley Concursal (técnicamente llamada el Beneficio de Exoneración del Pasivo Insatisfecho). Elegí como título algo así como “La Imprescindible Segunda Oportunidad, porque muchos se van a quedar atrás”.

 

Y es que esa es la realidad: Nuestros políticos repiten una y otra vez la famosa frase “no vamos a dejar a nadie atrás”. Pero la verdad, la que vemos todos, la que vivimos, la que tocamos cada día, es que no por mucho repetir ese deseo, se va a convertir en realidad. Por cierto, leyendo prensa internacional resulta que no es una frase original del Gobierno, sino importada.

 

Muchos se están quedando atrás.

 

Porque no hay dinero para todo y porque, además, el poco que hay está mal gestionado. Por poner el (seguro que ya penúltimo ejemplo), ¿dónde se ha visto a unos representantes del pueblo, en tiempos de dura crisis, centrar el discurso en sus retribuciones y emolumentos cuando en la calle hay hambre y a los funcionarios -en el mejor de los supuestos y permítanme ser incluso escéptico pues creo que la cosa irá a peor- se les congela el salario?

 

No voy a poner ejemplos de empresas, grupos económicos o sectores que se están quedando atrás porque no acabaríamos y sólo conseguiría ahondar en el pesimismo.

 

Pero sí diré una verdad que parece no querer observarse: Digerir esto no va a ser cosa de un año, ni de dos, ni de cinco...

 

Y es que pudiera parecer que cuando encontremos la vacuna o el virus mute, o lo que sea que ocurra con la pandemia, todos los males van a quedar solucionados. Sin embargo, la salida de una crisis que está arrastrando a millones de personas, cerrando bares, comercios o navieras (ponga el lector el ejemplo que prefiera), supondrá afrontar una deuda privada brutal.

 

Siendo cierto que esa deuda la ha provocado la COVID-19 más vale que nos mentalicemos de que, saldarla no tiene absolutamente nada que ver con la mutación o la muerte de los “bichos”, sino que con la situación financiera y cómo se aborde.

 

De ahí que el título de la conferencia fuera “Digan lo que digan, muchos van a quedar atrás”.

 

Pienso en ese señor/a que acababa de abrir una tienda, préstamo hipotecario mediante. Y la tiene que cerrar y no tiene ni trabajo ni dinero, pero sí un préstamo que devolver si no quiere verse en la calle. Señores del Gobierno, muchos se van a quedar atrás; no porque ustedes lo hagan bien o mal, sino porque es lo que marca el sistema que tenemos. Pero sí está en su mano que esos que se quedan atrás pueda luego reintegrarse, coger el rebufo otra vez.

 

Y esto pasa por consensuar un equilibrio a través del único mecanismo legal de que disponemos: La Segunda Oportunidad, el perdón total o parcial de las deudas a aquellas personas que, pese a haber obrado de buena fe, se ven arrastradas a una situación de bancarrota.

 

Aceptado que en tal situación de quiebra lo van a perder todo (casa, coche y lo que sea que posean), admitamos al menos que una vez que ha sido así y, por tanto, ya no tienen nada que perder, lo mejor que podemos hacer es “olvidarnos” del resto de la deuda.

 

Por razones de espacio, enumero muy brevemente los motivos:

  1. Porque si la deuda (y sus intereses) perdura sobre su persona, es prácticamente imposible que la remonte.
  2. Porque si no puede remontarla, difícilmente va a aparecer jamás como titular de bienes, asalariado o, en general, perceptor de cualquier cantidad.
  3. Porque en tal caso, el sistema ya se puede olvidar de él, pues nunca más va a tributar, ni cotizar, ni -por supuesto- saldar su deuda.
  4. En definitiva, mantener la deuda no mejora la posición de los acreedores. Por tanto, “olvidarnos de esa deuda” (concederle la Segunda Oportunidad) no implica ningún perjuicio para ellos pues nada iban a percibir en todo caso.

 

En cambio, si arbitramos una verdadera Segunda Oportunidad, conseguimos:

  1. No perder nada, pues nada se iba a recobrar.
  2. Reintegrar a esa persona que -al menos- tiene la posibilidad de volver a tributar, cotizar y, en general, gastar en un sistema precisamente basado en el consumo.
  3. Y, moralmente, recuperar al individuo en cuanto tal.

 

Por eso no se entiende el empecinamiento del Poder en:

  1. Hacer oídos sordos a la Recomendación de la Comisión Europea de 12 marzo 2014 sobre un nuevo enfoque frente a la insolvencia y el fracaso empresarial (2014/135/UE),
  2. Ignorar la Directiva (UE) 2019/1023, del Parlamento Europeo y del Consejo, de 20 junio 2019 que será directamente de aplicación en España a partir del 17 julio 2021.
  3. Y, en general, mantener unos privilegios para los créditos (sobre todo los públicos) que no conducen absolutamente a nada tangible, más allá de aumentar la bolsa de marginación.

 

Y, entiéndase bien: Se debe proceder caso por caso para evitar que esta Segunda Oportunidad se convierta en la puerta de gatera que permita a los caraduras defraudar la confianza depositada. Pero, precisamente, esos caraduras no nos han de impedir ser conscientes de que la mayoría de la gente hace lo que puede y no está en esta situación por voluntad, desidia ni negligencia, sino porque por mucho que se quiera obviar, es la misma situación la que provoca que muchos estén quedando atrás.

La Imprescindible Segunda Oportunidad