Pronto se cumplen 20 años de los anuncios que comenzaban con “No robarías un coche”. Fue una campaña iniciada por los lobbies de la multimedia para desprestigiar la descarga de contenido, equiparando obtener contenido multimedia con robar un coche.
De ahí salió la broma/meme de “no te descargarías un coche”. Mucho ha llovido desde entonces, principalmente la batalla por la multimedia online se acalló, no con un estruendo sino con un gemido: el consumo pasó casi por completo a contenido por plataformas de streaming (tipo Netflix y Spotify).
No era la solución que ellos querían, pero sin duda desapareció el debate de la “piratería”. 20 años después nos encontramos que volvemos a necesitar definir el valor de los intangibles especialmente los digitales, esta vez su importancia en el entrenamiento de Inteligencia Artificial (IA).
Varias compañías multimillonarias han recorrido la web leyendo/apropiándose de contenido con el pretexto de que si estaba accesible es “fair-game” y usando ese contenido para crear herramientas de IA que luego venden a consumidores.
No hay ley que prohíba el aprendizaje en los humanos y la idea de que “la inspiración es prima del plagio” hacen muy difícil atacar el método usado por estas empresas, aun así la idea de que se están beneficiando económicamente de vender un “collage” de datos sin pagar ninguno de los trocitos es algo que parece, al menos, poco ético.
Hemos pasado de un debate de piratas individuales, a piratas corporativos; de descargar algo para escucharlo 1 vez a que forme parte de un algoritmo para crear nuevo contenido. Los creadores originales siguen igual de indefensos, sin saber si aceptar su destino en silencio o pelear en tribunales