sábado. 27.04.2024

El error es la fórmula correcta para trabajar colaborativamente

La manera en la que se gestiona la equivocación y las enseñanzas que del mismo se pueden obtener como vía para seguir mejorando profesional y personalmente. Son consideraciones indisolublemente unidas a los nuevos entornos colaborativos de trabajo.

Es esencial, cuando se pretende evolucionar desde el trabajo en equipo al trabajo cooperativo, construir dicha evolución de la mano de una cultura positiva alrededor del error, que se asienta en la convicción de que debemos aceptarlos con naturalidad, porque sólo se cometen durante la acción, nunca durante la desidia, por lo que, únicamente aceptándolos, seremos capaces de visualizar con mayor claridad y reflexionar con más profundidad sobre los mismos y sus consecuencias para mejorar.

 

En la actualidad, es tan necesario saber trabajar en equipo como que dicho trabajo se desarrolle siguiendo una filosofía colaborativa que organice y estimule la influencia recíproca entre los integrantes de una organización. Las empresas que no escuchan a sus trabajadores, están condenadas a perder competitividad. En este sentido, son necesarias plataformas colaborativas en las que los profesionales contribuyan y compartan sus conocimientos, sus propuestas y sus críticas de forma libre, al objeto de ayudar a detectar nuevas palancas u oportunidades de crecimiento.

 

El éxito de esta metodología de trabajo radica en la capacidad que tiene para poder mejorar respecto de las personas su implicación, su empoderamiento, su motivación, su 'ownership' o propiedad y su responsabilidad sobre una parte del producto final, con el que se genera la experiencia del cliente y el valor añadido diferencial.

 

Al ser la cooperación más importante que la suma de las funciones individuales independientes, la exigencia de iniciativa y responsabilidad serán lógicamente mayores para las personas, al incrementarse la autonomía de los equipos a la hora de afrontar el problema y su consecuente solución. En esta tesitura, el crecimiento de la persona está indisolublemente unida a una gestión positiva del error, reconduciéndolo hacia una experiencia formativa más inmersiva dentro de la organización.

 

Un ejemplo de esta nueva concepción del error suelen ser las técnicas aplicadas en los equipos colaborativos de trabajo denominadas 'Buenas Prácticas' y 'Lecciones Aprendidas', a través de la cuales se persigue dar respuesta a esta pregunta: "¿Qué podemos o debemos aprender de los errores?".

 

Y la respuesta es sencilla.

 

Por un lado, al equivocarnos, actuamos para corregir el problema, investigamos, adquirimos nuevos conocimientos, solicitamos la opinión de otra persona y ampliamos nuestro horizonte, descubriendo áreas de oportunidad, que quizá no alcanzábamos a percibir. Por ello, a pesar que los errores impliquen un retraso en los planes o proyectos ofrecen la oportunidad de crear aprendizaje y lecciones que ayudarán al crecimiento.

 

Por otro lado, para no caer de nuevo en el mismo error, hay que enfocarse en perspectivas diferentes. Cuando se visualiza el contexto desde una perspectiva distinta los procesos, las tareas pueden mejorarse. Asumir que "siempre hemos trabajado así" significa encasillarse en obtener siempre lo mismo para después obtener nuevamente lo mismo.

 

Y además, al asumir nuevos retos, algo diferente a la rutina diaria, se trabaja en curvas de aprendizaje y por consecuencia, se tienen mayores probabilidades de equivocarse. Sin embargo, si no hay cambios, es muy probable que aparezcan las zonas de confort, y por tanto el crecimiento de una persona quede frenado.

 

En este cambio cultural, la función del liderazgo es esencial. Los líderes deben ser los primeros en lanzarse a experimentar si sus organizaciones van a ser capaces de prosperar. Es preciso reeducar su actitud hacía el riesgo, como camino para sentirse cómodos con los errores y las hipótesis no confirmadas. Sólo así es posible construir una nueva cultura positiva hacía el error, donde importe más la lección aprendida y la oportunidad generada que encontrar al culpable y decidir la consecuencia.

 

Evitar oportunidades solo para evitar el error, es un fracaso en sí mismo del liderazgo, porque en un mundo incierto en rápida evolución con más riesgos que nunca (ciberseguridad, riesgos reputacionales, pandemias, crisis sociales), los líderes deben infundir con su ejemplo el coraje para hacer grandes apuestas.

 

La única respuesta razonable a los cambios continuos que suceden a nuestro alrededor es que los líderes adopten una mentalidad de aprendizaje y muestren generosidad hacia sus personas y hacia ellos mismos en relación con el error. Las empresas que alcanzan su madurez en el proceso de transformación digital están dirigidas por personas que pueden pasar de ser el centro de atención a preparar entre bastidores el escenario del éxito organizacional.

 

Es importante reflexionar acerca de lo siguiente: cuando hay un avance después de cometer un error, es que se está aprendiendo. Cuando se sigue cometiendo la misma equivocación, no se está aprendiendo. Y es que lo perfecto es enemigo de lo bueno. Dicho de otra manera, se obtienen mejores resultados ejecutando, pues permite ir aprendiendo y mejorando sobre la marcha, en contraposición a intentar hacer algo perfecto, que conlleva mucho tiempo, cayendo a menudo en la parálisis por análisis. Además, no permite obtener feedback de los usuarios, algo imprescindible para mejorar el producto mediante iteraciones lo más cortas posibles.

 

Como dijo el piloto Mario Andretti, si todo está bajo control es que no vamos lo suficientemente rápido.

El error es la fórmula correcta para trabajar colaborativamente