jueves. 25.04.2024

La reconquista de Rajoy

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La entrevista al presidente del Gobierno en funciones, coloca a economiademallorca.com en una posición relevante del periodismo balear y nos ayuda a descifrar alguna de las claves del partido que aspira a revalidar la confianza mayoritaria de los españoles.


Muchos conservadores desearían afrontar unos comicios tan disputados con un líder carismático, que arrebatara las pasiones del electorado, pero la experiencia ha probado que los buenos candidatos no son grandes presidentes y ahora es prioritario un gobierno que mantenga la confianza y la credibilidad, como un buen equipo médico obligado a aplicar terapias eficaces, aunque resulten desagradables al paciente. No se puede ocultar que la corrupción y, especialmente la tolerancia con la que se ha respondido a la exigencia social, ha dañado la imagen de una formación cuya ideología corre el riesgo de quedar huérfana, si las urnas se decantan por votar del reverso.


Lo que no podemos ignorar es que la indignación ciudadana, alimentada por intereses espurios, se ha alineado contra el Partido Popular, con mayor contundencia que con otras formaciones contaminadas por las contraindicaciones del poder. Sobre todo, con un efecto más devastador que la contestación a las políticas de consolidación fiscal y de liberalización del mercado laboral, cuyas consecuencias han alcanzado positivamente ya a varios millones de contribuyentes.


El despacho de la séptima planta, en el número 13 de la madrileña calle Génova, está acostumbrado a respirar la sobriedad de sus moradores, pero el gallego carácter de su actual inquilino sigue desconcertando a propios y extraños. A pesar de ello, en su biografía destacará la capacidad para prever con acierto el devenir de los acontecimientos y el valor del silencio, por encima del ruido de la crítica. Nadie como el registrador de Santiago para hacer del tiempo un aliado y responder con hechos a las críticas de sus adversarios.


Estos elogios se ven eclipsados por una comunicación deplorable, tanto en el ámbito personal como en el de político. Sus reiterados lapsus y formas grotescas son argumento repetido de mofa y sustento fácil para la viralidad y el descrédito, pero nada exclusivo entre dirigentes que permanecen auditados mediáticamente, sin margen alguno para el relajo discreto. Es más difícil disculpar la escasa empatía de sus portavoces y el poco rédito que obtiene de los indudables avances en materia social o económica, mediante la creación de empleo sostenido, consecuencia de una mejoría de la competitividad, baja inflación y solvencia crediticia a bajo interés.


En la entrevista efectuada por el director de este digital especializado, Mariano Rajoy demuestra que también conoce en profundidad la realidad de cada rincón del Estado y que no cede a la tentación de cambiar el discurso para acomodarlo a la audiencia local. Reconocer la dificultad de aprobar una Ley de Financiación de las Comunidades Autónomas, a pesar de la crítica directa a la complejidad y arbitrariedad del actual sistema de reparto, aprobado por el partido que más ha dicho que no a pesar del eslogan con el que ahora concurre,  no le permite ceder a la tentación de promesas gratuitas que quiebren la cohesión territorial. Rajoy tiene claro que, al margen de la falacia que esconde la contabilidad de las balanzas fiscales, la redistribución de la riqueza es tan necesaria para el equilibrio territorial como la izquierda pregona cuando se habla de renta o patrimonio para las sociedades y las personas físicas.


Tampoco esconde su ideología liberal al anteponer la iniciativa privada al intervencionismo público o evitar el freno al consumo y al crecimiento, que suponen las medidas proteccionistas y el traslado de la presión impositiva a las fuentes de riqueza. Aun así, se muestra contundente con el fraude fiscal y el abuso de aquellos empresarios que se han aprovechado de la enorme demanda laboral, fruto de la crisis atravesada y no del marco laboral reformado en 2012.


Rajoy ha sido capaz de navegar en aguas turbulentas y evitarnos los efectos de la tormenta perfecta que se formó en el corazón de Europa, incluso nos ha vuelto a poner en medio del mapa, mientras el temporal vuelve a amenazarnos con un escenario de incertidumbre, que no se despejará cuando el presidente del Congreso le traslade al Jefe del Estado el nombre de quien compondrá el nuevo gobierno de España. Si ese día llega, los responsables del futuro de nuestros hijos deberán de inmediato dejar la virtualidad de las promesas y acometer las reformas que permitan propiciar el beneficio de la mayoría y no solo hacer que el miedo o el bienestar cambien de signo. A estas alturas, conviene recordar que en democracia nada es para siempre, pero pueden ser precisos cuatro años para empezar a revertir los efectos de pensar con el estómago.


El candidato Popular necesita recuperar alguno de los tres millones y medio de votos perdidos en la X legislatura para consolidar su liderazgo, pero es posible que el complicado escenario que se dibuja para el próximo domingo exija renuncias, por inverosímiles que puedan parecer. No porque el partido que, presumiblemente, conseguirá más apoyo electoral deba ceder al chantaje de otra fuerza parlamentaria con menor respaldo, sino porque la abnegación política exigirá algo más que un acuerdo programático para recomponer una nación fragmentada territorial e ideológicamente.


Como el que fuera el primer rey de su vecina Asturias, Rajoy ha sabido no rendirse ante la presión de un adversario que le supera en número y plantar cara al descreído para que se rinda a la evidencia. Trece siglos le separan de Don Pelayo, además de que Covadonga no será el lugar que se identifique con su hazaña, pero su coraje y decisión para la reconquista de la coherencia, así como la preservación de los valores que nos diferencian como pueblo, son tan heroicos e incomprendidos como los del noble visigodo que aún reposa en una cueva de Cangas.

 

La reconquista de Rajoy