viernes. 19.04.2024

¿Así que usted no tiene suerte?

Es usual que en las sesiones de coaching aparezca la palabra suerte en sus dos acepciones: la buena y la mala suerte. Es un terreno resbaladizo pues se puede usar como argumento para eludir responsabilidades, en el caso de la mala suerte, o de falta de autoreconocimiento, en caso de la buena suerte.

 

En primer lugar, hay que diferenciar la suerte del azar, ya que no es lo mismo. La suerte es particular y subjetiva, es de una persona en concreto. El azar es universal y objetivo y es la constatación de que las circunstancias de la vida son aleatorias. La ciencia lo contempla como un factor que existe pero que no se puede controlar. Está presente en las matemáticas, la física y la filosofía. Los juegos de azar se basan en la aleatoriedad y quien gana tiene “suerte producida por el azar”.

 

Como la suerte es personal, se asocia a la superstición, a lo irracional, a herraduras y patas de conejo. A pesar de que sabemos que la vida no la mueven hilos invisibles, la incomodidad que nos produce la incertidumbre, la falta de certeza de no saber qué nos va a pasar, se convierte en una necesidad psicológica que es cubierta con horóscopos, sectas y posos del café. Enorme negocio.

 

Una de las personas que mas ha estudiado el tema desde el punto de vista de la ciencia es Richard Wiseman, investigador y profesor británico, calificado como "el psicólogo experimental más interesante e innovador del mundo de hoy". Tiene publicados una docena de libros, entre los que destaca “Nadie nace con suerte” (lectura recomendada para el verano)

 

Encontró que se suelen cometer dos errores cuando pensamos en la suerte. Uno: somos responsables de la buena suerte, pero no de la mala suerte; y dos: la suerte favorece a los que están en el lugar adecuado y en el momento adecuado. Pues ¡NO!

 

Todo depende de nuestra mentalidad y prestar atención a lo que pasa en el entorno. El 10% es aleatorio y el 90% es la forma de pensar.

 

Wiseman es el mayor investigador de la suerte ya que se pasó una década intentando entender qué le ocurre a la gente, es decir, por qué unos se consideran afortunados y otros, desafortunados. Opina que “la suerte no es una interpretación a posteriori de nuestras acciones, sino una profecía autocumplida. La suerte es un producto de nuestro pensamiento y nuestros comportamientos”.  No se trata de algo con lo que nacemos o no, pero es algo que se puede desarrollar. En su investigación, llegó a identificar los factores que determinan el éxito o el fracaso.

 

  1. Habilidad para detectar o crear buenas oportunidades

Para eso habrá que salir a explorar, a experimentar y actuar cuando creamos que estamos ante una oportunidad.  Los afortunados trabajan en diferentes proyectos y tienen muchas interacciones. Los desafortunados no pasan del análisis de lo que podría haber sido, sin experimentarlo.

 

  1. Toma de decisiones basadas en la intuición

La intuición no es magia. Son patrones inconscientes que se nos han formado en experiencias anteriores.  Todavía no los podemos identificar, pero nos indican el camino. En su investigación vio que la gente con mala suerte no suele seguir su intuición. 

 

  1. Crear profecías autocumplidas, a partir de expectativas positivas.

En otras ocasiones he hablado del efecto Pigmalión: la expectativa modifica la conducta. Si crees que vas a fracasar, seguramente acabaras llevando razón. Si piensas que tendrás éxito, aceptaras mas retos.

Los pesimistas ven el mundo con mayor precisión, pero los optimistas tienen más suerte porque experimentan más y eso les empuja hacia nuevas oportunidades

 

  1. Actitud resiliente, que transforma la mala suerte en buena suerte

No siempre les va bien a los afortunados, pero manejan la adversidad de manera distinta y ven el lado positivo de la situación. Contestan a la pregunta de ¿Qué hay de bueno en lo malo? Cuando las cosas se ponen mal podemos rendirnos o seguir adelante. Además, tienen mentalidad de inversión: poder imaginar al instante que las cosas podrían haber salido peor.

 

Algo podemos cambiar en la forma de pensar para tener más suerte. Hay personas que viven en la fantasía de la eterna estabilidad. Pero vivimos en un mundo en constante cambio, incorporando la incertidumbre que podamos asimilar y siendo conscientes de que lo bueno y lo malo de turnaran. Asumir que somos los responsables de las opciones que decidimos y que unas veces se gana y otras se pierde.

 

La conclusión podría ser el no dejar la suerte en manos del azar, sino construir a partir de azar que compone el universo, con método, disciplina y rigor.  Como dijo nuestro olvidado Jacinto Benavente: “Todos creen que tener talento es cuestión de suerte; nadie piensa que la suerte puede ser cuestión de talento “.

¿Así que usted no tiene suerte?