Las Bolsas mundiales han protagonizado una "remontada" espectacular esta penúltima semana de noviembre, pasando desde los mínimos semanales que se vieron justamente el lunes por la mañana, al empezar la sesión europea bajo el fuerte "shock" provocado por los atentados de París, hasta los magníficos niveles de cierre del pasado viernes. Al empezar la última semana de noviembre, el S&P está ya a tiro de piedra de los 2.100 puntos, el Dax supera de nuevo los 11.000 puntos, el Nikkei está próximo a los 20.000 puntos y el Eurostoxx se acerca de nuevo a los 4.500 puntos.
Hemos visto subidas semanales superiores al 3% en el S&P, el Dow Jones, el Nasdaq y el Dax y subidas superiores al 2% en el Eurostoxx y el MSCI Emerging Markets en dólares, ambos ganando un 2,7% en la semana. Algunos índices como nuestro Ibex (+1,7%) el Mib italiano (+1,4%) o el Nikkei (+1,4%) han tenido subidas más modestas, pero eso no ha impedido al Nikkei marcar máximos de los últimos tres meses.
Esta espectacular semana bursátil, una de las mejores del año, ha coincidido con la publicación de las actas de las últimas reuniones de la Fed, por un lado, y del BCE, por otro, unas actas que ponen de manifiesto la divergencia creciente entre ambos Bancos Centrales.
Son, de hecho, dos mundos opuestos. La mayoría de los miembros de la Fed parecen decididos a iniciar la "normalización" monetaria en diciembre, subiendo los tipos aunque sea de forma moderada. Las actas del BCE muestran, por el contrario, el deseo de activar en diciembre políticas más expansivas, ampliando el tamaño, la composición y la duración del programa de compra de activos, y bajando aún más los tipos de depósito, a la vista de que ni la inflación ni el crecimiento despegan en la zona euro. La plana mayor del BCE considera, según reflejan las actas, que el programa actual puede no ser suficiente para llevar la inflación al deseado nivel del 2%. Por ello Draghi se ocupó, el pasado jueves y viernes, de dejar claro que el BCE actuará, y lo hizo con una variante de su frase fetiche, al decir que el BCE hará "todo lo que deba hacer" para subir la inflación en la zona euro.
En cierto modo los mercados están facilitando la tarea de ambos Bancos o, tal vez, se la están complicando. El dólar no deja de apreciarse, lo que por sí mismo es contractivo para la economía norteamericana y expansivo para las europeas. Los bonos soberanos europeos siguen recortando sus tipos de interés, anticipando así las futuras acciones del BCE. Por la misma razón, las Bolsas de la zona euro suben, permitiendo a las empresas emitir capital, si lo deseasen, en mejores condiciones.
Las intervenciones verbales, que no son casuales sino voluntarias y programadas, de los miembros del Consejo de ambos Bancos Centrales, tienen mucho que ver con estas evoluciones de los mercados financieros, a los que impactan de forma inmediata. Sin embargo, ese "activismo verbal" no tiene igual impacto en la economía real, al menos en la zona euro, cuya inflación y cuyo crecimiento siguen próximos a cero. Las empresas no invierten en la medida deseada y los consumidores tampoco se acaban de animar en la medida deseada. Algo similar pasa en Japón, que hace siete días anunciaba que ha entrado en la quinta recesión desde el 2008, al haber caído su PIB un 0,2% en el tercer trimestre del año.
Ante esta falta de respuesta de la economía real, la idea es que el BCE va a redoblar sus esfuerzos mientras la Fed va "normalizando". Las preguntas que suscita esta "gran divergencia" son varias.
La primera es si una economía global y unos mercados financieros "dopados" en extremo pueden encajar el previsible movimiento de la Fed sin turbulencias, sobre todo si al mismo tiempo el BCE pisa el acelerador. Hay un temor de que la gran divergencia se transforme en "gran colusión", en choque de trenes. Por ejemplo si el dólar se dispara al alza creando problemas a las economías emergentes e incluso a la propia economía norteamericana. Otro temor es que la economía de la zona euro no responda ni aun con esas nuevas medidas, igual que la japonesa no acaba de responder al estímulo de Kuroda. Finalmente está el temor de un desplome adicional de las materias primas, como derivada de la subida del dólar y de la desaceleración china, lo que desequilibraría aún más a los emergentes.
Son dudas que posiblemente no tienen respuesta, porque como estamos en un territorio inexplorado nadie sabemos cómo va a reaccionar la economía. Los economistas discuten mucho y frente a quienes piensan que "esta vez es diferente" están quienes, como Bill Gross, sostienen que un escenario prolongado de tipos cero e inyecciones monetarias va a crear un fiasco monumental al destruir las bases mismas de la economía de mercado y del crecimiento.
El tiempo lo dirá, pero lo que sí podemos pensar es que el concepto de hacer "todo lo que sea posible" es decir, el famoso "whatever", tiene límites, como los tiene todo en la vida. Japón, cuyo Banco central se ha convertido en el mayor operador de los mercados financieros, puede empezar a mostrarnos esos límites pronto.
El tramo final del año se presenta muy plácido para los mercados, tras la nueva y espectacular semana alcista que acabamos de vivir. Con las Bolsas otra vez muy confiadas, los tipos de los bonos bajando, sobre todo en la zona euro, el petróleo rondando los 40 dólares barril y el precio del indicador del miedo por excelencia, el oro, bajando a mínimos anuales, la pregunta es si realmente puede haber alguna nube que estropee ese feliz fin de año. Y de momento no se ve, salvo el ya mencionado riesgo de que el dólar se dispare y las materias primas se desplomen.
Los inversores ya descuentan que la Fed subirá tipos de forma suave y confían en que Draghi no decepcione, porque nunca lo hace. Los datos económicos seguirán siendo mixtos. Solo alguna sorpresa en la "gran divergencia", como una subida extraordinaria del dólar o un impacto inesperado en emergentes o en alguna entidad bancaria importante podría quebrar ese horizonte que parece tan claramente despejado, sin nubes.
Esta semana, tras publicarse varios datos económicos relevantes y algunos resultados empresariales, acabará con el Black Friday, al que seguirá ya la semana próxima el Cyber Monday, fechas ambas que marcan el inicio de las ventas navideñas en EE.UU. y que suelen considerarse un termómetro del estado de ánimo del consumidor americano. Todo indica que no habrá sorpresas y que las ventas irán bien.
Las sorpresas, de venir, serán imprevistas, que son las peores.
De momento, lo normal, lo que cabe esperar, es que noviembre termine con tranquilidad. En diciembre veremos si la "divergencia" entre el BCE y la Fed produce o no un pequeño terremoto. No hay que descartarlo, y en todo caso mantenemos la idea de que la volatilidad irá subiendo a medida que el ciclo monetario vaya madurando. No vemos una vuelta a los máximos anuales del primer semestre, pero manejamos un escenario central básicamente estable en lo que queda de año.
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