jueves. 28.03.2024

Economía circular: ¡reutilízame otra vez!

Decían que un basurero prosoviético de la ciudad letona de Getlini tuvo la culpa de que el país retrasara su entrada a la Unión Europea. No era un basurero cualquiera, pues poseía una inmensa ciénaga y en la ciudad era conocido por lo indomable de su carácter. Algo así como el patriarca de ‘Los hermanos Karamazov’.

 

Para que Letonia pudiera adherirse a la Unión Europea en 2004, Bruselas le impuso el requisito de reformar la amenaza que el vertedero, con su invasión de ratas, significaba para la salud. De manera que hoy día, los habitantes de la capital, Riga, ven el nuevo vertedero de Getlini como un símbolo, con sus tomates amarillos cultivados aprovechando la energía renovable generada del metano producido por los desechos.


La Comisión Europea está dispuesta a promover el cambio de una economía lineal, en la que nos hemos basado hasta el momento, hacia una economía circular, esto es, basada en la reutilización y las energías renovables. Según las previsiones, este giro copernicano podría ahorrar cerca de 600.000 millones de euros en 10 años, así que se trata de una oportunidad de negocio real.


El vertedero Getlini se creó hace una década conjuntamente por las autoridades letonas y suecas y el Banco Mundial. Hoy día, emplea a casi 100 personas y genera ingresos anuales de casi 12 millones de euros, incluida la venta de electricidad, así como 450 toneladas de tomates.


Además del aprovechamiento de gas metano, transforma cerca de la mitad de la basura de Letonia, sellando los contaminantes y transformando montañas de desechos en laderas de césped donde pastan las ovejas.

Cada europeo consume 14 toneladas de materias primas y genera otras cinco de basura al año. En un mundo de recursos menguantes, esto es alarmante. En una economía circular, al contrario que en la basada en el principio de usar y tirar, el ciclo de vida de los productos se extiende gracias a un mejor ecodiseño que facilita las reparaciones, la reutilización y la refabricación de viejos productos.


Llevamos más de 15 años predicando sobre el uso de las energías renovables y el cambio de nuestros hábitos para ser más eficientes en el uso de la energía. Esta nueva cultura es lo que se ha venido a llamar la economía baja en carbono. El mensaje ha calado en la sociedad, en nuestros ciudadanos, nuestras administraciones y nuestras empresas. Ya nadie es ajeno a este hecho y todos sabemos lo que tenemos que hacer para ser más eficientes.


Es cierto que para conseguir este cambio de mentalidad hemos tenido la ayuda inestimable del continuo incremento de los costes energéticos, principalmente en lo relativo a la energía eléctrica y los combustibles fósiles. Nos hemos vuelto más eficientes, más sostenibles y apoyamos el uso de las energías renovables.

Pero la Unión Europea quiere dar un paso más. Tanto el uso de los recursos como la gestión de los residuos constituyen un problema creciente para el que ni la economía baja en carbono, ni la apropiada gestión de nuestros residuos, bastan para resolver el progresivo agotamiento de los recursos.


Curiosamente, este nuevo modelo tiene su origen en China, donde el problema del agotamiento de los recursos comienza a tener tintes dramáticos. De hecho, el gigante asiático es el verdadero líder mundial en la implementación de la economía circular.


Pero, ¿en qué consiste exactamente esta nueva economía del reutilízame otra vez? Si bien la economía baja en carbono ha producido un indicador que hemos venido a llamar huella de carbono -que muchas industrias están obligadas a declarar en sus productos y procesos-, este nuevo modelo plantea la denominada huella ambiental.

Este parámetro se define como una medida multi-criterio del desempeño ambiental de un bien o un servicio basado en su ciclo de vida. Para ello, se tienen en cuenta un cierto número de aspectos que tienen que ver con el uso del agua, de los recursos, toxicidad y nivel de emisiones. Pero, además, estudia la huella de los recursos humanos y el uso que se hace de ellos, lo cual siempre se traduce en mejores condiciones de trabajo, eliminando cualquier posibilidad de explotación laboral.


Por otro lado, uno de los pilares de la economía circular es la desaparición del concepto residuo. La idea es que los procesos no generen residuos, sino subproductos. Estos ‘subproductos’ serán utilizados como recursos en otros procesos mediante lo que se denomina ‘simbiosis industrial’. De esta forma, se cierra definitivamente el círculo de la utilización de nuestros recursos, mitigando su agotamiento.


En estos momentos, la Comisión Europea está redactando una “Estrategia Europea sobre Economía Circular”. No se tratará de un documento-marco político, sino que Europa se va a tomar muy en serio su implantación. Por ello, trazará un ambicioso plan de acción que se ejecutará hasta el año 2020. Así que pronto comenzaremos a interiorizar el concepto de ‘economía circular’ en nuestras vidas.


Como siempre, se pretende que las administraciones públicas actúen como agentes ejemplarizantes. La huella ambiental de los productos y procesos será tenida en cuenta en los procedimientos de contratación pública, en la gestión de sus instalaciones, y en la implantación de un modelo de gobierno más abierto y con mayor participación ciudadana.


Para ello, es necesario disponer de instrumentos apropiados para favorecer el cambio, un cambio que transformará realmente nuestra sociedad. Un objetivo que busca preservar lo que el Papa Francisco ha venido a llamar en su última encíclica sobre el cuidado de nuestro planeta, “la casa común”.

Economía circular: ¡reutilízame otra vez!