Hace unos días que viraliza por las redes sociales un video de la maratón de Dallas. Me quedé pensativo después de visualizarlo.
Chandler Self, psiquiatra en la ciudad de Nueva York, lideraba la carrera antes de que sus piernas comenzaran a ceder en el tramo final. A su lado, la principal rival de la carrera era Ariana Luterman, una corredora de relevos de la escuela secundaria que vio como a su compañera se le doblaban las piernas y caía abatida sobre el tartán una y otra vez pese a su tesón y esfuerzo por continuar.
Luterman podía haber aprovechado esta oportunidad, un contratiempo médico de su compañera le hubiera podido catapultar a la meta. Nadie hubiese podido cuestionar esto puesto que el deporte es así. Sin embargo, no lo hizo. Ayudó a Self a cruzar la línea de meta agarrándola con determinación del brazo y acompañándola los escasos 50 metros que la separaban de la meta.
Self cruzó la meta y Luterman se quedó a un lado con una discreción admirable, mientras los equipos atendían a la atleta enferma.
Esa imagen final me conmovió.
Estoy seguro que Dale Carnegie, autor del mítico libro ‘Cómo ganar amigos’, se hubiera inspirado en esta acción para ilustrar el valor del trabajo en equipo, la empatía y la solidaridad que diferencian a los grandes líderes que lo que buscan es el triunfo de los que están con ellos.
