jueves. 28.03.2024

Digámoslo

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Los humanos siempre hemos pecado de mala comunicación entre nosotros. Es así desde siempre. ¿Cuantas novelas clásicas han sido inspiradas en malentendidos, trifulcas y vodeviles varios, entre vecinos, compañeros o familiares? ¡Pues muchas! Ahí lo tienen, la comunicación y las relaciones interpersonales es la eterna asignatura pendiente de los humanos.

 

Uno de los principios de Dale Carnegie que más beneficios me ha reportado en mi vida ha sido el del “reconocimiento”. Los humanos estamos programados para vivir en grupo, para confiar y para ser aceptados, por tanto, necesitamos el reconocimiento y, por alguna razón social, es un bien que escasea.

 

Hagamos una prueba y, durante una semana, esforcémonos en otorgar reconocimiento a nuestro alrededor: a nuestros compañeros de trabajo, a la pareja, a los hijos e incluso a ese vecino que no nos cae muy bien… y veremos cómo nuestras relaciones con los demás mejoran, se establece un clima agradable y afectuoso y los procesos o rendimientos mejoran.

 

Sólo hay una condición para que sea efectivo: que seamos sinceros. Esforcémonos por ponernos en la piel de los demás, para entender cómo piensan o el esfuerzo que han invertido en algo.

 

Por ejemplo, miremos a algún compañero de trabajo y tratemos de pensar en cuánto tiempo y esfuerzo ha realizado un informe, o la pasión e interés que ha demostrado cuando ha planteado una nueva idea o una mejora de procesos. Agradezcámoslo con sinceridad.

 

Tratemos de ponernos en la piel de nuestro hijo/a y tratemos de reconocer una pequeña acción, como que tiene su cuarto recogido o que haya puesto la mesa especialmente bien. Y se lo digamos con toda la honestidad de la que seamos capaces.

 

En serio, digámoslo. Les aseguro que es una inversión más que rentable.

Digámoslo