jueves. 28.03.2024

Defensoras, asesinadas por defendernos

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Solo cuatro meses y siete días después del asesinato de Berta Cáceres en Honduras, la pasada semana mataron a Lesbia Yaneth Urquía. Otra líder comunitaria indígena, defensora de los derechos humanos, de las mujeres y de la tierra como Berta.

 

Lesbia, con 49 años, era madre de dos hijas y un hijo, y el Consejo de organizaciones populares e indígenas de Honduras (COPINH) ya ha señalado al gobierno de Honduras y las fuerzas militares y policiales del país como responsables directas de este asesinato.

 

Cientos de mujeres como Berta y como Lesbia, de todos los pueblos de América Latina, luchan cada día por defender los bienes comunes, aquello que es de todos: la tierra, el agua, el aire, la biodiversidad, los recursos naturales... De la amenaza de la privatización y el saqueo por parte de compañías extranjeras, muchas de ellas españolas, amparadas por gobiernos corruptos y poco democráticos, aunque no salgan cada día en los telediarios.

 

Cientos de mujeres que siguen amenazadas de muerte, ellas y sus familias, pero que no son protegidas por el Estado porque sus luchas cuestionan los intereses del poder establecido, a partir de la reivindicación de aquello que ha sido de todas y de todos durante siglos, incluso miles de años, y ahora quieren que vaya a parar a manos de unos pocos: un río, un valle, unas tierras comunales.

 

Cientos de mujeres que como Berta y Lesbia, se sirven de dos herramientas tan peligrosas como el sentido común (y comunitario, que añadiría Galeano), y el derecho a decidir de las comunidades. El sentido común que nos dice que aquello que ha sido históricamente sustento de la vida de los pueblos en este caso indígena, no puede ser ahora un negocio que los consuma sin ningún tipo de escrúpulo.

 

El derecho a consultar a los pueblos afectados si quieren que el río siga siendo río, o se convierta en pantano y en presa, para que la multinacional eléctrica de turno además de desplazar a los habitantes originarios del lugar, engrose su cuenta de beneficios. El sentido común y la democracia molestan a un capitalismo tan salvaje como eficaz en su objetivo de lograr el máximo beneficio, a toda costa, que siembra muerte y destrucción mientras ellas intentan mantener las fuentes de la vida y el bien común.

 

No es un tema nuevo, ni nos cae tan lejos. No se trata sólo de recursos mineros o energéticos, sino también de lugares vírgenes y entornos privilegiados que "nuestra" industria turística también espolia con los mismos mecanismos. Por eso es que podemos decir que Berta y Lesbia, y cientos de mujeres siguen siendo asesinadas en todo el mundo no por defender lo suyo, sino por defender lo que es de todas y de todos. Son asesinadas por defendernos. Debemos condenarlo, pero sobre todo debemos luchar para que no vuelva a ocurrir y los responsables paguen por ello.

Defensoras, asesinadas por defendernos