Soy de la generación Baby-Boomer. Soy de aquellos que fueron a la universidad con americana y corbata y de los que estuvimos educados en un entorno religioso porque ni había otra opción, ni la mayoría de la gente se la planteaba.
Así, con este título, cualquiera pensaría que tengo la intención de escribir sobre el periodo posterior a una guerra o a una sequía. Pero no. Mi intención es contarles algunas reflexiones tras el periodo de vacaciones.
La última de las charlas que organizamos en Dale Carnegie fue especial e hizo reflexionar a más de uno. Bajo el título “Rethinking the Multigenerational Workforce” hablamos sobre el cambio de paradigma que deberán afrontar las organizaciones.
Hace algunos días leí un artículo acerca de las habilidades que las empresas necesitarán durante el 2019. En los incios de mi carrera profesional me dediqué a los RRHH y durante años fui el encargado de reclutar o elegir perfiles profesionales que mis empresas clientes solicitaban.
Estos días numerosas imágenes enternecedoras de mesas abarrotadas de gente amigable y abundante comida inundan nuestras vidas. No puedo dejar de preguntarme si esas imágenes cálidas y jubilosas se corresponden con la realidad.
Cada humano tiene un punto ciego físico, un punto en nuestro campo de visión en cada ojo que simplemente no podemos ver. Esto puede trasladarse también a nuestras características generales, físicas y psíquicas. Con los años, descubrimos en qué somos sobresalientes y en qué puntos debemos mejorar. Que nos apasiona y qué aborrecemos.