jueves. 18.04.2024

15 mil gotes para beber alegría

Cuando nos enfrentamos a la tarea de abrir una botella y querer dialogar con el producto que nos encontramos en su interior algunas veces olvidamos que el camino más sencillo y directo para establecer un contacto transparente es el de escuchar con serenidad aquellos mensajes que la botella nos regala.


Hay vinos, como humanos masculinos o femeninos, que cargan sus atributos en vestuarios recargados, pretenciosos, anclados en el tiempo sin ser clásicos, otros tratan de andar más apurados a las tendencias que los mercados y las modas marcan, incluso los hay que se visten para ser mirados, aunque su incomodidad en acciones cotidianas les impida mostrar en realidad lo que quisieran ser.


15 mil gotes es un vino sincero. No quiere mostrar más que la posibilidad de que beber puede ser un momento delicioso. Fresco, que es una virtud que pocas veces valoramos, porque nos transmite la personalidad sencilla y sin escondites ni amaneramientos de una uva blanca como es la Prensal, también llamada Moll, que en este caso está elaborada en la zona de Pla y Llevant, en las cercanías de Felanitx, por el enólogo Josep María Pujol-Busquets, que abre la puerta a reconocer que los vinos sin pretensiones pueden ofrecernos grandes momentos de felicidad. Porque lo cotidiano, no encubierto de rutina, tiene su momento glorioso.


Los vinos exigen cierta atención. Cuando los olemos, cuando los miramos, cuando los disfrutamos.  Algunos requieren de una atención que muchas veces no estamos dispuestos a concederles, por eso lo que 15 mil gotes nos cuenta mientras mantenemos con él una relación de cordialidad es sencillamente una elaboración magnífica, una agricultura cuidada, unos sabores intensos pero que no quieren ser  solemnes, y que puede ser bebido en muchas ocasiones, contrastando o acompañando productos sencillo o de gran calidad, pero donde la falacia no  debe existir. Porque está hecho para mostrar su carácter franco, y no se ha elaborado para que encierre complejidades que pudieran aparecer con vueltas y más vueltas en la copa. Con ese rito que a veces es tendencioso y postural.


Se descorcha la botella y el vino narra su buena salud, sus aromas que van  ampliándose hasta llegar  a no ser cargante, sí persistentes, pero modestos, con personalidad, inteligentes, con notas cítricas frescas que hacen apetecible su disfrute.


Si usted quiere un modelo único, extravagante, y de alto precio, este no es su vino. Por lo contrario si lo que quiere es saber que cuando abra una botella 15 mil gotes le dará una parcela de territorio bien cuidado, con un discurso sencillo, claro y nada cargante, ahí sí que puede comenzar su búsqueda para comprarlo, enfriarlo y disfrutarlo en este tiempo cálido y hasta tórrido que este verano que ya está haciéndose presente del 2016 comenzamos a tener y que si aprendemos a combatirlo con vivos de esta calidad y sinceridad se nos hará menos cansino y más feliz la cotidianidad.


Funciona magníficamente con enlatados de calidad, para momentos de barra o de chiringuito bien arreglado, donde las tapas no son grasientas, sino que afinan en matices y necesitan compañeros líquidos no cargantes ni de retrogustos maderizados.


Los vinos sencillos, como los libros sin pretensiones de best seller o autoayuda que igualan las penas y las incertidumbres, tienen una clara ventaja respecto a aquellos que quieren perdurar en la historia y crear escuela. Están hechos para beber, y querer descorchar otra botella cuando se ha acabado la primera. Aquellos que parece que no cuentan demasiado pero que sin embargo antes de irnos nos volvemos para saber qué es lo que nos ha hecho pasar tan buen momento son los que van ganando nuestra confianza. Porque su misión era esa, hacernos felices, ser claros, darnos lo mejor de un trabajo sin más pretensiones que la de una realidad y una naturaleza justa y no disfrazada, a la moda de otras tendencias.


En 15 mil gotes hay equilibrio, y eso en un vino ya es una gran virtud. Hay aromas, y eso nos va ganando para convertirlo en un amigo con el confraternizar. Hay claridad de ideas, y eso hace que sintamos hacia él una admiración que tal vez no esperábamos, porque la sencillez encierra muchos recovecos que a veces no estamos demasiado dispuestos a fijarnos. Porque tenemos la costumbre de creer que el mundo sólo lo conforman aquellas cosas publicitadas y vendidas como verdaderas y no las que transmiten la conciencia de lo pequeño, de lo minúsculo, de la parte. Y todas las partes, todas las gotas, una a una de esas 15 mil , conforman un canto a una vida sencilla, no exenta de verdad y color. Sabor. Sentido. Modestia. Casi un canto parcial a un Mediterráneo del que forma parte y del que necesitamos conocer, para enriquecernos, todas sus miradas, y las posibilidades que cada rincón y cada cabeza y pensamiento que ayuden se seguir creyendo que un futuro mejor es posible, y 15  mil gotes forma parte de ese camino. El del sentido común sin fuegos de artificio.

 

15 mil gotes para beber alegría